miércoles, 6 de agosto de 2008

Como un ombligo postmoderno

Vayamos de vacaciones por una hora al hoyo más grande dentro de nosotros mismos, a nuestro verdadero agujero negro, aquel que tan bien se esconde y es una tragadera de vida. Aquella antimateria nuestra, que tanto nos relimita y corta y amputa vida. Vayamos sólo un momento, cojamos este taxi-blog y sentémonos en el mirador de su big-bang.

Intentemos oír el negro desagüe interno por donde se va perdiendo la vida, y va formando un mar de vejez. Veamos el desguace de planes imposibles, con miles de coches a ninguna parte aparcados. Percatémonos de las tortas que salen propinadas de ese agujero y nos automaltratan cada vez que nuestra autoestima tira el listón de nuestra exigencia.

Ese hoyo tan en nuestras vísceras también es sentarse en un banco y darse cuenta que no hay ningún Dios que sustente el mundo o esta tarde, que hay que buscar el sentido como una aguja en un pajar de briznas invisibles. Que a veces uno se olvida una mañana del sentido de todo como un animal humano hace, y el desagüe negro actúa sorbiendo automáticamente la vitalidad, sin pus, ni portazos, como un suspiro. Y entonces sentimos que ese hoyo es tan desolado como el agujero de una bomba atómica.

Para poder sentir estas fosas cósmicas hay que querer jugar en las ligas de las simas y los abismos.
Quien quiera ñapas, edulcorante, franela y mediocridad, basta con vivir la vida como en el paseo para comprar el periódico los domingos: perruno, plácido, insignificante y en paréntesis de lo absurdo. Donde encima te dan el dominical gratis, con sorteos al más allá, cupones para la pareja perfecta y unas gafotas para ver el mundo en dos dimensiones y olvidarse de cualquier atisbo de aventura y complejidad.

Este agujero negro que nuestros ancestros de otros siglos no poseían en su anatomía, nos ha salido como un ombligo postmoderno susceptible de infectarse, un lugar humano nuevo en el siglo del individualismo, donde batallar a diario nuestra supervivencia. Y este recorrido en taxi por las callejuelas más negras de nosotros mismos también es una forma postmoderna de espiarnos, una forma de hacer Trinchera en un blog una tarde de verano.

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