miércoles, 13 de agosto de 2008

Los autores necesarios

Los tomates y las novelas son dos cosas que nunca me han gustado. He tenido una aversión natural a la ficción escrita, una apatía congénita ante la ficción oída del teatro, y una filia hambrienta de biografías y ensayos.
Nunca entendía ni la alta frecuencia de escritores alcohólicos, ni la necesidad de levantar todo un mundo de ficción que acabará rechinando como sucedáneo pobre, ante la complejidad del mundo real. Uno se ha elaborado en 14 billones de años, y el del novelista se ha pensado en unas cuantas horas de dudosa ingeniería.

Unos autores pretenciosos dominan la ficción burda, el cuento de la realidad, la imaginación extraviada. Nos dan una visión infantil del mundo, en esquemas parciales y nada encajados con la verdad, como copiados de otra naturaleza.
Y en el fondo eso no es más que retratar una mentira. Dedicarse horas y meses a perfeccionar algo ya de por sí desencajado con la realidad.
Esta clase de productos culturales están condenados al usar y tirar, esfumándose de nuestra vida tras su consumo. Como si fueran humor de lo real, algo también desencajado y dislocado, que sólo provoca una reacción visceral, ningún aprendizaje, y es líquido y olvidadizo.

El medio audiovisual normalmente tiene más valencia química en la estética humana y es más difícil engancharnos en la lectura que en el cine. Éste se suele elaborar y repetir cientos de veces más que el teatro, donde podemos desvelar toda la impostura de un actor cientos de veces más cerca también. Pero si es verdad que una imagen vale más que mil palabras... una película vale mil libros, y un libro sólo una película.

Sin embargo otros de los autores pretenciosos son capaces de hacer cuadrar su relato con los bastiones escondidos de la realidad. Su creación deja de ser ficción para ser un espejo orgánico de la naturaleza, y a la vez un pozo de realidad, destilada e inspirada.
Pequeños bucles del sentido del mundo, que conmueven nuestra intelectualidad. Acumulaciones de realidad para ser consumidas a sorbos vitales al través de los años, como elixires que nos hacen mejores.
Hablamos de los autores necesarios. Esos literatos tan cercanos a la ciencia.

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