sábado, 6 de septiembre de 2008

El día después 1/2

Segunda experiencia en AVE - medio que no está hecho para escritores, pues la distancia a la bandeja reposatrastos hace que te sientas como en una taza de water hilvanando. La destinación: tarde de sábado en la Espo de Zaragoza.
En la primera experiencia de la alta velocidad gocé viajando. Un vuelo de pájaro a ras de suelo. Porque cruzar 600 kilómetros en 2 horas te permite experimentar la transición. El paisaje, y el mundo en ellos, va variando y mutándose a una velocidad que posibilita a la mente una cadencia como para no aburrirse en lo monótono, ni tampoco perderse en lo inmediato, y coordinar así la focalización en la variedad de la experiencia: las transiciones. O como España muta de este a oeste, cuando el Ave cruza esa cremallera de forma vertiginosa, uno en su butaca comodísima y en mirador. La sutilidad del paso gradual entre el paisaje del Penedès al post-Aragón y de ahí al Pre-Madrid, podría ser ilustrado en un cuadro daliniano de paisajes blandos. Con el paisaje lunar de los Monegros como misterio y trascendencia del vacío.
En invierno uno entenderá mejor la nieve, porque verá la no-nieve gradual en sus antes y despueses. En verano los grados de la sequía, en otoño el crecimiento de lo caduco, en primavera los despertares precoces y los florecimientos dormilones.
Y pocas cosas unirán más Madrid y Barcelona, las 2 eternas Españas, los nacionalismos en liza, etc. que este invento tecnológico.
Esta innovación retardada hasta el siglo XXI para el noreste de España, es velocidad y a la vez futurista experiencia, hasta que se supere. Habrá que ir a Japón, porque ese trozo de Tierra tenía uno ya en los albores de 1964; sería una suerte sumergirse en ese agua tan distinta a la nuestra. Una experiencia enriquecedora por muchos costados, y un muy grato pasatiempo. Cuando vamos David?
Porque es inevitable estar sentado hoy aquí y no acordarse de ayer por la noche. Cuando ambos dos nos íbamos a ir de fiesta, olvidadora, como todas las fiestas; y acábamos hablando y hablando de ciencia parando a la noche, mientras la gente y las niñas pasaban en el bar, y nosotros seguíamos en nuestra isla en la que habíamos varado, entre cubatas, en ese mejor viaje privilegiado que nos había tocado en la rifa de la vida, esa compensación casi mecánica a mi trágico infortunio. Dos científicos de sí mismos en el bar Bebe+ de la calle Aribau, notaría nocturna donde constituíamos nuestra sociedad. Una inyección de vida puesta por las manos invisibles del destino... En fin.
Estamos llegando a Camp de Tarragona. El Ave pronto besará Zaragoza.

2 comentarios:

elnaugrafodigital dijo...

Es cierto eso de la bandeja cagadero in alvis. No quieren escritores en sus vagones. Sólo clientes que vean sus dvd's y escuchen su música a través de auriculares. ¿No notó vd. el excesivo frío acondicionado? Se ve que no. Quizá, tras mi advertencias de posts anteriores, se hubiera pertrechado de un buen plumas, y cuando digo plumas evoco de pasada a una novela que a buen seguro le gustó en su día: "Cuatro amigos".

Aspecto aparte en este análisis sería el de esa música culta y como de país civilizado -demasiado incluso- que ponen en uno de esos canales audiovisuales. Tocata en Fa M de Haydn con sonatita en be sostenido, sobre lecho de cebollitas caramelizadas al Oporto.

Ahora sí, si quiere vd. vivir LA EXPERIENCIA, permítase un viaje en Primera. Hablamos después. buenos días, resacosos intuyo

Jordi Santamaria dijo...

El frío acondicionado iba y venía. La película era un atentado contra los lacrimales de los pasajeros. Cuatro Amigos con el bueno de Blas, se podría leer del tirón de Sants a Atocha. Tendrían que fletar un vagón y hacer un campeonato truebista, en que ganaría de paliza el bueno de Carlos, entrenado en los manuales de más de 1000 páginas.
Fui en preferente a la ida, y mi experiencia fueron los vecinos de vagón, que dan para un bloj entero. Cuanto plástico y cuanto hueco.
Incluso tenía delante un guionista maldito de veintitantos que gesticulaba constantemente y clamaba al techo del vagón, cada vez que le disgustaba una línea del guión encargado a revisar.
Qué bodrio de estampa : )