domingo, 23 de noviembre de 2008

La brecha heptagenaria


Escribí ya sobre los mayores y sobre la idoneidad que era acumular años de vida frente a la juventud en términos de satisfacción existencial (http://jordiny.blogspot.com/2008/09/mis-viejos.html).
Quiero añadir alguna que otra excepción.

Tal como sucede a Leandro, personaje anciano de la novela de David Trueba Saber Perder, el grupo de personas de la generación austera, las de guerra, post-guerra y dictadura media, las de la laboriosidad y el ahorro, las beatas comparadas con lo de después... son susceptibles de sufrir la brecha heptagenaria.
Una invasión y desbordamiento de la modernidad en ellos, aturullante y desintegradora, que zozobra la estabilidad decente y encorsetada que les ha sustentado. Su psiquismo se ha sustentado como un istmo entre las aldeas y los aviones con wifi, en un pasadizo vertiginoso de la historia, donde todo lo de siempre parece haber mutado. Ellos resistieron como lapa agarrada a unas ideas conservadoras, teístas, corteses y ejemplificantes, basadas en la idea de lo correcto.

Toda esa estructura de carne se ha deshilachado y les resulta incómoda para posarse en la mayoría de interacciones del mundo de las nuevas generaciones, a cual más liberada. Una incomodidad consciente que les hace sentir dignos pero extraños en su mundo de siempre, su todo. O una incomodidad inconsciente que avanza como un virus y causa una ansiedad filosófica con lo contemporáneo.

Y es que el virus de la post-modernidad es muy potente, y ellos aprendieron a vacunarse sólo contra la creciente, ingenua y transitoria modernidad. La post-modernidad trajo un ablandamiento de todos los fundamentos, un ablandamiento desigual y particular, individual, que mejora el arte e hipertrofia la libertad a la vez, un baile con el relativismo que no todo el mundo sabe no llenarlo de pasos nihilistas.
Esa invasión del "todo vale", de lo irreverente, del descuartizamiento de ideales pasados... indigna o seduce, a los desencorsetados, entre la vergüenza y la tentación.
Leandro se ve invadido hasta ser poseído, por una libido mundana que en medio de su tiralineada y tradicional familia con nietos, le hace ir de burdel en burdel comprando sexo y buscando cariño.
No toda la generación se ve desprotegida, huera frente al virus postmoderno de inicio del siglo XXI. Los hay más vacunados, preparados por méritos vitales de flexibilidad mental adquirida, forzada o no. Alejados de un conservadurismo algo casposo, que parece correlacionar con la desintegración senil postmoderna.

1 comentario:

elnaugrafodigital dijo...

Estos venerables abuelos siempre estuvieron cómodos en su inmovilismo. No tengamos compasión de ellos, tan poco abiertos al futuro, a la evolución, a adaptarse al movimiento que requiere estar inmerso en la vida. Ello saltaron de ella. Menos compasión.