sábado, 15 de noviembre de 2008

Mi vida en el trópico

Me levantaba con el sol del trópico, sobre las cinco y media de la mañana, hora de poner las calles en los países más cercanos al ecuador. Lo hacía en la cama de Orlendy, en su casa del barrio de Mozotal (Ipís, Guadalupe) una zona humilde y europeamente chabolar, como otra cualquiera de la periferia o centro de San José.

Con el sueño en los ojos salía de la casa en busca de un taxi para llevarme a trabajar. Conseguí alquilar una casa-oficina en un barrio un poco bien cercano al centro de San José. Stop.

Detengo mi lineal y aburrida narración de mi vida allí. Vamos a intentar ser un poco más explosivos...

Costa Rica fueron los bocadillos en los Subways y Quiznos, tan diferentes al bocadillo del viejo continente. Fue Oriana, la hija de Orlendy de 9 años que me maravillaba cada tarde por su insaciable sed de aprender, su madurez e intelectualidad, alguien destinado a llevar riendas de este mundo por talento y trabajo, si no se tuerce nada. Pocas personas me han impresionado más que mi pequeñaja en el mundo de los adultos y los notables.
Fue el asfalto de sus callles, oloroso y levantado aquí y allá por la vegetación tropical rebelada. Sus palmeras y cocos omnipresentes, la tierra donde mi madre o un botánico serían solteros con el amor ya ocupado.
Los muchos viajes en taxi, los primeros días en el Gran Hotel Costa Rica, monumento arquitectónico, hotel con señorío colonial, caoba, olor a maderas tropicales, campo base ideal para aventuras en el trópico. El bar vegetariano de Katia y mi niña Ainhoa, las canciones de Arjona, las excursiones a parajes naturales que aún me parecen increíbles, playas a pie de selva, jardines del edén, pueblos hippies desiertos, canales en medio del paraíso...

Las tardes en casa de Orlendy, cocinando chayote, soya, piña, gallopinto, en ese suelo de fábrica, con un estado paternal que nunca he tenido y sí disfruté, aprendiendo con Oriana cosas nuevas cada tarde. Las calles salvajes de ese barrio peligroso y propio, las visitas al colmado para comprar queso Pinitos, piña criolla, huevos, culantro, entre un fuerte olor y el cielo inflamado de los países con clima vivo.
Mi vida de tres meses en Costa Rica, mi estancia en el Trópico.

1 comentario:

elnaugrafodigital dijo...

Dice Sanchez-Dragó que hay que acostarse a las 21h y levantarse a las 5. Veo que en su vida en el trópico hacía algo similar. Me ha gustado ese cambio de ritmo, traslación literaria de ese recurso musical, de empezar lento y después meter kaña, un ritmo más duro y despertador. El relato invita a visitar CR. Seguiremos leyendo y comentando.