sábado, 15 de noviembre de 2008

Tiquicia

Eran otros tiempos en que escribía mucho menos. Hace un año, tras un inocente viaje de 15 días en el que visitaba por primera vez Costa Rica, volví al cabo de 3 semanas con la intención de empezar una vida allí. Novia, nueva oficina y país encantador, fueron los 3 pilares que me convencieron a iniciar esa aventura. Dos meses más tarde los mismos tres pilares no fueron lo suficientemente fuertes como para prolongar mi decisión de cambiar de casa tan lejos. La novia resultó ser poco afín, la oficina un entuerto innecesario, y el país un lugar muy inseguro y amontonado y desagradable en su capital. Dos nuevas visitas más para cerrar capítulos se sucedieron, y hasta la fecha de hoy, 7 meses después, no regreso a Tiquicia.

Costa Rica es exhuberancia, una maravilla vegetal. Esa es la suerte de los turistas, explorar parques naturales a cuál más bello a destajo, moverse entre cafetales, volcanes, playas paradisíacas y selvas, fotografiar paisajes y animales que en su vida volverán a ver, y disfrutar de unos días en el paraíso que no les pertenece.

Yo viví más el país de los ticos, el día a día en la zona de la capital, con sus barriadas normales rozando el chabolismo, las rejas en todo por donde quiera que vayas, el miedo a la inseguridad, y la fealdad y desorden de San José. Ningún turista es animado a patearse la capital, y muchos hoteles esperan a sus inquilinos en las lomas de las afueras.

A pesar de todo mi estancia en esa cotidianeidad hostil fue agradable y la recuerdo con cariño. Contaba con el apoyo de tener una “familia” allí y sus contactos y conocidos, era un españolito asimilado. Se acabó imponiendo el peso desfavorable frente a la vida en Europa, pero no fue por mucho, y es más, aquí estoy, retornando a ese lugar que también forma parte de mí.

2 comentarios:

Unknown dijo...

carai, surts a mitjana d'article cada dos minuts...
Molt bon viatge, company!!! I bona tornada.

elnaugrafodigital dijo...

"Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver". (Yo entonces podría volver a pocos sitios).

El turismo vegetal reconozco que me atrae poco, así que haces bien en moverte más por donde los ticos y en forzar el contacto humano con esa gente sin duda amable, digo yo. En las ciudades hay tráfago de vida, de vida humana, en los bosques paradisíacos hay una belleza que no tiene el mérito de la acción humana, y la única vida que hay es animal, vegetal y mineral. Tras la conmoción inicial, me deja un poco indiferente.