jueves, 19 de febrero de 2009

La Corriente

Puede ser que el movimiento heredado de todo post-adolescente del que hablé, forme parte de La corriente. La corriente no es más que ese fluir arremolinado que no percibimos conscientemente, pero que nos arrastra socialmente a sitios involuntarios. Un tíovivo de influencias sutiles, continuas e incesantes, que llueven constantemente y se filtran en nuestro aparato de decisiones. Mucha gente se casa llevada por la corriente, tiene la pareja de críos, va a la universidad a estudiar lo que todos, se compra el coche de moda mecido por la corriente.

Somos unos organismos de corrientes, cierto, de tendencias comunes que no por compartidas dejan de pertenecer a uno. O a veces sí. A veces se nos va la personalidad con el agua y nos vemos en un destino algo amnésicos y estupefactos de su camino. La vida precisa de mediatez, de tiempos muertos, de algún leve entrenamiento fuera de vida, de pista. Hay que saber dejar pasar la vida de largo a veces, como un surfista que escoge la ola apropiada para el espectáculo del vivir.

No hablo por mí, yo me paso de estrategias, parones, y nado de solitario. Carezco de corrientes, y un exceso de autonomía te deja a veces sin agua. Los destinos de la vida dependen de un surfear la sociedad, para ir a parar aquí o allá, aprovechar sus corrientes mientras se aprende la técnica de como bajarse de ellas en movimiento. Porque todas las corrientes van a la estación de Lo Mismo. A una masa homogénea en que tú eres calcado a mí, somos pura moda, programa. Las corrientes son un virus que programa. O los programas son corrientes de virus.

Siempre hay una satisfacción de capitán canoso, de líder de la vida de uno, cuando se pilota la misma. Llevar el maillot de la propia vida.
Pero el motor de la sociedad, un uno multiplicado, siempre es mucho más potente y siempre acaba dando uno a la vez, y retorna al yo. Hay que hacer un viaje social volviendo a dormir a casa. Nutrirse de la gran corriente y sortearla hasta nuestras islas, con nuestro propio mundo y nuestra gente. Con cuidado, porque se te lleva la corriente o te anquilosas en un yo seco y salado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

mmmm...pienso en mi regalo de reyes de la navidad próxima y cada vez lo tengo más claro...voy a pedir un detector de olas acertadas...
Sí, lo difícil es eso, acertar la ola a la que debes subirte para poder disfrutar...
Lo único que me consuela es tener la fuerza para saber bajarme a tiempo de la ola equivocada, para ello nunca es demasiado tarde.

Anónimo dijo...

Yo creo que cuando se va formando "criterio" se sabe subir a la ola, y también ir contracorriente con coherencia. Esto no significa hacerse el especial, significa estar preparado para vivir sencillamente, pero sabiendo decir no, sin prepotencia , pero no!

Anónimo dijo...

En eso estamos de acuerdo Carmen, pero yo me refiero a decirse "NO" a uno mismo, eso es mas complicado...

Anónimo dijo...

Querida Mónica, es difícil y cuesta decirse NO, por eso creo que hay que educar la fortaleza...Te acuerdas cuando hablábamos de anémicos emocionales?? NOrmalmente esa anemia, debilidad para amar, es debilidad para todo lo que suponga esfuerzo. Y para amar uno tiene que tener fuerza para decirse no a tantas apetencias por el bien de quien se ama.... Por eso lo fácil es sólo enamorarse.... Y luego las obras? La ola de las obras exige ser unos buenos surferos, sí....