domingo, 7 de marzo de 2010

Human. Too human

Mañanar recio ahí fuera, en pleno campo, ocho de la mañana del domingo. Estoy en Calafell del norte, en la fase hivernal de todo pueblo de playa, porque un pueblo costero es un verdadero oso, una criatura que hiberna. Estos pueblos son totalmente otros con el frío, porque nacieron para ser pueblos de verano. Sólo hace falta salir afuera y sentirte parte de un guiso frío, en que todo lo que pruebas está fuera de temperatura, lejos de inflamarse y sintonizar con el ambiente como hace en verano, donde todo tiene mucho más sentido aquí.
Me imagino así, que el Oslo del verano y el Oslo del invierno son realidades sentadas en una silla y dándose la espalda, mundos paralelos si cabe, pero dos ciudades distintas. ¿Pero quién cambiaría el nombre a una ciudad estacionalmente? Pepe diría "que se rompe la ciudad".

Uno querría vivir en el lugar de los veranos, quizá por eso mis escapadas a los trópicos, el cariño entregado a este pueblo, y que los pájaros me sigan despertando treinta años después en este mismo lugar.
Ayer fuimos a ver, y ya no en el cine Iris, la última parte de la trilogía Millenium. Y disfrutamos. No te dejará un poso este thriller acompasado, no te servirá luego y volverá a ti como una carta regalada en la manga. Pero mientras dura uno lo disfruta, efímero tal vez, pero suficiente para entretenerse y valer como ocio. Las 2500 páginas esperan a ser leídas algun año, cuando no chillen como ahora, y analizar ese ingrediente que tienen que las ha hecho tan y tan populares. Muchas veces la limpieza es básica y la agradecida para triunfar, lo mono, lo correcto, con su hora de exotismo, es bienvenido aquí y allá, entrando por una puerta de atrás no tan concurrida. Pero habrá que leerlo claro.

Está aterrizando una nave nodriza en mi vida, todo el berenjenal de montar una tienda rapidito en el centro de una urbe, seré tendero, no por mucho tiempo espero, y como consecuencia revoluciona el estado de las cosas y duermo unas 3 horitas menos, entre otras cosas.
La verdad es que te hace sentir más vivo, a veces lo enviarías todo a aznar espárragos, perdón, a la mierda, pero estaba cansado de esos huecos de tiempo, y era un tipo sin columna vertebral. Así que esta prótesis que me invento, tan falsas como las de mis vecinos, tan poco tuyas, y a la vez mamadas e íntimas como la familia que te toca en la gran rifa, me la hago mía, se implanta, y no ha provocado rechazo.

Es por ello que se sacraliza el amor. Porque se siente como aquello que escogemos 100 %, que no nos ha tocado de premio segundón, y obviamente, discrepo totalmente señoría. Empiezo a estar un poco hasta las pelotas de esa visión platónica de muchas mujeres, verduleras muchas de ellas. El amor como droga, el amor como oxígeno nasal en uci, el amor fundamentalista. Lo que llegan a invertir esos corazones no muy valientes, pero sí harto soñadores, en toda la parafernalia del romanticismo empaquetado. Tiene su qué de delirio, de esperar que la realidad se comporte como una de esas películas que consumen con compulsión. Atribuyen a los chicos que conocen una simpleza esquemática de Kent bueno, la empapelan por todas las amistades que conocen, y luego llega la bestia de la realidad como un tsunami a dejarles con el culo torcido y solas. Pero cogen metros, se vuelven a impulsar en su columpio enfermo, y como un creyente fervoroso asediado de dudas, hincan las rodillas y vuelven a practicar su credo espiritualista. Porque las más fervorosas aparte son espiritualistas. Y nosotros no. Frívolamente, leen cuatro libros de autoayuda, se hacen un Manifiesto de cosas invisibles, blindan la ciencia, y van por el mundo como si llevasen una túnica de pureza. Y cuanto más pobres son sus vidas, más deforman su visión y más supervivencia apuestan al amor y el espíritu.
Lo dicho. La sociedad aún ve bien a estos pobres de espíritu. Rosa todavía podría ganar OT sin problemas por pena. Luego se volvería a deprimir, y la gente ya no estaría ahí. A Bárbara le seguirán regalando los oídos intentando arrimar el pene caduco, luego tampoco, estarán ahí. Es la falsa bondad, la débil, la de boquilla, la cobardeja.
Cuánta mierda hay metida dentro de esa nobleza publicitada.

No hay comentarios: