sábado, 20 de marzo de 2010

Misantropía y olé

Estoy enfadado con el mundo. En un viaje de vuelta largo de avión se suele tener este síndrome, es como si se ha de plegar una gran tienda de campaña, te da esa pereza procedimental de acabar un ciclo durante diez horas o más. La gente te cae peor que nunca y detestas sus lados menos agraciados.

Pero en esta vuelta, tras el infiernito del Northwestern Memorial Hospital, aún detesto más el mundo, todavía le tengo más tirria. Es pasajero, es una misantropía que se atenúa con los días en casa. Pero hoy, hoy voy a morder mientras pueda.
Téndría que llevar la gente más carteles y menos disfraces. Sabemos la cantidad de memos y memas que pululan en cualquier calle, pero amigos míos hay una industria del camuflaje hiperdesarrollada. No digo que la típica pánfila lleve un bordado con "soy tonta del culo", y el trepa comemierda una visera que indique "si puedo te saco los calzoncillos"; pero se podría hacer un ejercicio colectivo de no libertad de camuflaje. Una corriente cultural que dejase claro de antemano los parapetos en los que se escuda la gente poco humilde y que quiere escurrir el bulto como sea. Ni ellos/as se dan cuenta de que son presos de una industria; que son consumidores de productos que les hacen sentir otros a cambio de no ver la realidad. Que llevan un postizo caro para tapar miserias, y que son unos grandes embaucadores.
Que no distan mucho de un síndrome de down, pero esa carcasa de inocencia total de aquellos, ellos son capaces de violarla y querer dar caviar por burillas. Ahora se ha inventado el Facebook, su palestra para el ridículo, su pantalla proyectora de cuantos días les quedan de vacaciones y dónde se van de vacaciones. Obviamente no podrán poner mucho más, salvo sus fotacas enseñando las tetas o fotos de la última borrachera.

Sé que haciéndoles caso como les hago, y hablando o escribiendo sobre ellos, les doy una importancia que no deberían tener. Pero es que son muchos tal vez. O hacen mucho ruido, visual, auditivo, emocional, internauta. Moscas cojoneras, tan pequeñas pero tan insidiosas. Pero claro, tampoco puedes dar una ostia conceptual a una, porque las demás se violentan. O no sé, tal vez valga la pena no morderse la lengua y decir: deja de hacer el puto ridículo ya, tu vida es una mierda, no vayas de especial, no hagas ruido.
No creo, pero sí que uno guarda estas molestias y codazos para su llegado momento, de tú a tú, con todo el camuflaje derretido, entonces beberás barro, y espero que a partir de entonces empieces a tener aspecto de cerdo/a, jabalí/jabalía, y dejes todo tu postizo falso en el ropero.
Amén

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