sábado, 10 de julio de 2010

EL YO NO EXISTE CARAJO

Cada vez soy más Lockiano, Humeano, como lo quieras llamar. Todos crecemos de niño en un moisés medio racionalista, medio piadoso, que nos empuja a creer en un yo.
Nuestra cultura, oriental u occidental, es una cultura del yo. Del agente, del protagonista. No hay bemoles de disgregar al sujeto, no hay cojones. De afirmar que somos una función fisiológica. El yo es un letrero, una referencia, o una costa.
Sí, sólo una etiqueta para englobarlo todo. Pero las cosas son más azarosas. Explotan en la cabeza, se forman solas, desembocan las conductas a veces con un guión, a veces completamente giradas.
Da miedo pensar que somos una sucesión de estados fisiológicos, y que somos Agencia casual de nuestros actos. Que eso de firmar las cosas que hacemos, es muy relativo, y que nos olvidamos de los coprotagonismos, no sólo de los otros sino también de las cosas. Las cosas nos hacen, y no es una perogrullada o una frase para enmarcar.
Pero parece que en esta cultura nos va el protagonismo, el creer que todo lo que hacemos proviene de un yo, cuando es lo mismo decir que proviene de una sucesión de estados cerebrales, transidos aquí y allá por cosas de fuera, moldeados por otros, no emanados de un yo sino muchas veces impelidos y obligados por otros condicionantes foráneos.
Tener un señor yo es una cosa muy seria. No jodamos que las masas tienen un yo, porque si no el jamón malo también es de Trévelez y vale un dineral. Los "yoes" remedados, sin criterios propios, son yoes ejecutivos, que sí firman lo que hacen y siguen, pero más como yoes que sienten y encarnan, como un mamífero también firma todo ladrido, caza o lametazo. Después están los yoes destilados, que han bebido sustancias más barrocas, más personalizadas, pero que se siguen apoyando en la vasta masa que es los pies de todo. Cuanto más único es un yo, menos repetido, más nuevo, original, no visto ni oído, más disfrazado está de yo, y más agente único parece.
Pero ni aún así amigos, eso del yo es algo muy relativo.
Parece que necesario, sine qua non pa ir tirando, pero que quede claro: EL YO NO EXISTE.

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