jueves, 1 de julio de 2010

Gloria a Steve Irwin

Steve Irwin era, aquel cazador de cocodrilos, aquel aventurero que salía en televisión y metía la cabeza dentro de un cocodrilo, besaba serpientes o bailaba entre leones hambrientos.
Steve Irwin era el mensaje hecho carne de que la vida es una jungla pero no tanto. A todos nos da miedo bucear con bombona bajo el agua y toparnos con criaturas feas, extrañas, con no se qué que recuerde a un aguijón o avise muerte. Porque la naturaleza mata. Basta una criatura enervada, con su mal día, con su aspecto alienígena amigo de la muerte, ya sea reptil fatídico, cefalópodo monstruoso, para oler el lado asesino de la naturaleza, y en él de la vida.

Aquel tipo no temía ninguna faz de las que tiene la Tierra, el cosmos. Y hasta es posible que sabía que iba a morir. Que bailaba con la pura vida, y con su reverso la muerte, pero sabía que hoy el azar mañana la voluntad, sería cuestión de las mismas cabriolas, los mismos derrapes, el mismo beso con la muerte.
Y cayó cruz. En una de tantas, bailó con una raya pecho a pecho, pero esa manta raya no había ido a clase parece, a la clase del 90 y tantos por ciento que te da el adn, que te enseña que la psicopatía (si tiene neuronas la raya) es algo altamente improbable.
Y esa raya no captó la inocencia de Steve, no sintió que el peligro para ella era cero coma cero, que él sólo nos ofrecía su show de amor a la maturaleza, su fornicación con la vida jadeante y tozuda, de forma simpática, no intuyó nada esa puta raya.
Y le rajó. Tampoco olió que la parte más vulnerable de ese mamífero que nadaba estaba en su tórax derecho (izquierdo para la raya), y le rajó el corazón, incoulando veneno para más inri (que se lo podía haber ahorrado, si es que las rayas rajan y tienen opción a mearse el veneno o no).

Probablemente el héroe de Steve sonrió antes de morir. Olisqueaba perfectamente ese 1 % de riesgo mortal en su desafío al miedo terrenal, sabía que los lóbulos orbitofrontales a veces se malforman en los fetos y da lugar a psicopatías, a instintos asesinos, a mentes enfermas. Nunca antes se fue a tomar un café con esa raya como si solía hacer con sus cocodrilos.

Cuando oímos la noticia sonó, y nos suena a imposible a primeras, todavía. ¿Qué parte de esa historia me he perdido? pensamos, porque creíamos que tras ene cientas de veces sambando con el fin de su vida, ese tipo era inmortal.
Nadie lo es.
Pero él, Steve Irwin, hijo de los Irwin de toda la vida, es mucho más inmortal que el resto de mortales que no hemos hecho nada en la vida.

Acabó como tenía que acabar. Saliéndose en una curva cerrada, de las miles de curvas cerradas que tomaba día sí día también en su vida.
Ayer oí que se fue de cañas con Pepe Rubianes a un bar de la Etopía celestial. :)

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