jueves, 22 de julio de 2010

La que se avecina

Pocas veces una serie adquiere la resonancia suficiente como para aparecer en esta tribuna pública taan elevada, que es mi blog. Sí señor.
A esta serie yo le tenía ganas. Poco a poco fue calando las últimas semanas hasta ser un plato nocturno esperado los miércoles, con franja señalada. Dos culpables: Recio y Amador. Dos personajes hilarantes, de esos que uno luego hace imitación cachonda involuntaria. El primero, un tarado enclenque, feo y dictador, que somete a todo hijo de vecino. Se jacta, básicamente pasa por la vida jactándose. El segundo, Amador, un salido fracasado a los 40, un separado que busca salami constantemente, con deseos de niño de 4 años, tal que hubiera tenido la vida tapiada hasta pasada la treintena.

El ritmo de escenas era frenético, marca de la casa de los guionistas, y la incorrección manifiesta. Pero ha llegado a un punto la serie, que parece un cómic. Y tiene su mérito. Parece que estés viendo un cómic, ese formato habitualmente dibujado. Los personajes son caricaturescos y estirados de la realidad, sus intervenciones meteóricas por visceralidad o brevedad. La trama es fantástica, como muchas otras series, pero aquí hay un ritmo que no te impide hacer crítica consciente, y pasas de una escena a otra con la plasticidad que se suceden las viñetas en el papel.

Lamentablemente, el segundo punto marca de la casa, se ha pasado tres pueblos. En Southpark, matan niños, comen mojones, se mofan de todo, pero los dibujos animados crean una capa suficiente, como para permitir ese salvajismo cómico, la apariencia del dibujo ya es bien fantástica, y toleramos esas exageraciones aberrantes de la realidad.
En La que se avecina, eso no existe. Los personajes vienen de moldes previos más cabales, ahora se han desatado de golpe, y sus barbaridades, su perversión, se hace con personajes de carne y hueso no disfrazados para nada por los guionistas. Los hacen pasar por gente de barrio, y aún no los han "dibujado" más estrambóticamente para que no chirríen. Ayer, ver a Recio atropellar a su inmigrante sin papeles contratado, después de abandonarle con la cadera rota tras un accidente fortuito con su camión de Mariscos Recio en medio de la carretera; enésima lindez racista y xenófoba a lo largo del episodio; u otro día, ver a los niños de Amador como aceptan sobornos en metálico de su padre para poder darle merengue merengue a sus ligues, mientras los abandona en la calle para que no le sigan cuando le toca la custodia; o ayer también, ver a las amigas de la pelirroja, como ocupan y divierten su vida aconsejándola bipolarmente a ratos, acerca de lo que hacer en una relación sentimental, pues el péndulo constante que consiguen les entretiene sobre manera...

Eso es muy amoral señores. Un amoralismo barroco y maquinado que no hace falta explicitarlo y explicarlo públicamente. Al fin y al cabo, hay cosas que no queremos ver y mejor que no veamos. Los humanos tenemos actitudes equivalentes al troquelaje de los patos. Acabamos reproduciendo, a veces por inercia, conductas observadas. No hace falta mostrar modelos amorales por mostrarlos, como sé que la gente tortura perros hasta la extenuación, y no por eso hay que verlo.
Es una pequeña ética del mal, una ilustración de maldades en catálogo, como ya digo, no suficientemente delimitadas de lo real. De una escalera de vecinos locuelos, se ha pasado a una escuela de hijos de puta con forma de edificio, sin más. Sin cambiarle el título a la serie, y me imagino que abiertos de patas con el potorro peludo de la dignidad al aire para ser fornicado en pos de la audiencia.
Es una obra pervertida, porque en pleno siglo XXI también existe la perversión, faltaría más, curas pederastas y criminales aparte, y lo dice un bloguero que ha defendido bastante amoralidad hasta la fecha. Pero hay límites. Se puede ser ex-fan de algo, sin necesidad de ser un converso.

3 comentarios:

Mònica dijo...

Todos somos un poco Recio y un poco Amador (quizás ahora más que hace un mes), pero cuando lo exageran hasta puntos como el del miercoles nos vemos ridículos, bruscos y hasta "mala gente".

Seguiremos viendo "la que se avecina", yo tengo la visión divina de que este giro es consecuencia de las vacaciones de verano de los guionistas y la ocupación de sus puestos por parte de unos becarios veinteañeros, con rastas, radicales y dispuestos ha dejar su meadita a golpe de barbaridades!!!, es como el telepizzero que está harto de esperar una oportunidad y decide pegar un pequeño "escupitajo" a tu pedido...o nunca se nos ha ocurrido nada parecido?

mmmm, merengue merengue!!!

DAviD dijo...

De hecho yo conozco gente creo que aun mas ( sigo sin poder poner los acentos ´´) como muestra un boton :
Se alcrila , Se arqila , en un cartel de alquiler en fin historias

Anónimo dijo...

La perversión de la que hablas en tu artículo, de existir, está en todos nosotros, en nuestro sistema de vida, en la jubilación a los 67, en la rendición a los mercados.
Precisamente La que se avecina es una serie moralista a tope, porque el que jode al inmigrante es un descerebrado y malísima persona (no hay medias tintas en el personaje de Recio). Amador, que hace eso a sus hijos es un engañado de la vida sin valores, como muchos de nosotros, pero de forma exagerada.
Piensa en lo que ocurre en la serie Aída o en las películas de Torrente: también se atropellan a las minorías y se falta al decoro de forma abusiva, pero hay una gran diferencia. En Aida, por ejemplo, los personajes se supone que reflejan a la gente de barrio, a casi todos nosotros, y no son ni buenos ni malos. Son así, y eso les justifica a la hora de preconizar la idea del gay como un bicho raro, del inmigrante como un esclavo ignorante, de la prostituta como una ingenua feliz, etc., etc.
Dicho esto, me parece que tu lectura de La que se avecina es muy superficial. Y, aún más, acaba por resultar catastrofista. Desde el respeto a tu opinión, claro, que, como ves, no puedo compartir.