jueves, 17 de marzo de 2011

Los cocos y los curries pueden ser peligrosos

Volando entre Emiratos camino de la península del Indo. El mutismo literario cesa con un viaje en solitario al Sur de la India, Kerala.

Nos acercamos al puerto de Mumbai, antes Bombay, ahora modernidad de la India milenaria, luego fortín económico mundial. Huyo de monumentalidades pétreas alrededor de la norteña Delhi, así que asomaré la cabeza a la olla urbana de Mumbai, con 20 millones de páncreas, conformando espero, un lugar singular en el globo: lo hindú transido de occidente. Reverberado y caotizado en Bombay.

En dos amaneceres, volaré hacia Kochi, en el estado de Kerala. La capital de la costa Malabar, y de allí el malabarismo. Un reducto colonial, con velo británico, base de operaciones hacia las estrellas del viaje. La primera es Munnar, una región a los pies de las montañas Ghates, donde a 1600 metros de altura la vista sólo alcanza a ver todo el paisaje tapizado por plantaciones de té, y plantaciones de especies. Aparte hay algún parque natural, lagos, y un no-mediterráneo por doquier.
De allí me dirigiré a la reserva natural de Periyar. Un área donde avistar elefantes, tigres, y demás lechones exóticos, pues los animales suelen marcar tanto como las personas.

El resto del viaje aún no está acabado de montar. Seguro que iré hacia Allepey a recorrer sus backwaters en un barco típico de la zona. Los backwaters son unos ríos, brazos de mar, que recorren el interior del litoral a lo largo de casi un centenar de kilómetros, una Venecia rural hindú. Y también visitaré alguna playa re-palmerada, tropical y cocotera. Entre medio intentaré visitar templos, trabajar mis horitas diarias, escribir de nuevo con decente asiduidad, probar chutneys, tandooris y masalas, para volver a Mumbai de aquí 11 días y regresar al país de las 5 peluquerías por manzana urbana.
Ahora toca esto, intentaré llevarlo bien. Los cocos y los currys pueden ser peligrosos.

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