sábado, 2 de junio de 2012

Dictamen sobre Freud 1/2

Me horroriza la sarta de grandes teorías. El psicoanálisis de Freud, el estructuralismo de Lévi-Strauss, el marxismo, cualquier sistema filosófico con firma, etc, etc. Todos aquellos señores que se subieron al estrado más alto de la humanidad con sus obras, transmitidas por miles y miles de altavoces que las difundían, y en sus extensísimos mensajes se desprendía un: la realidad es tal como yo la digo y ésta es la verdad universal de todas las cosas. Escandaliza ver que tras su mítin, que evoca a un dictador camuflado, sus grandes teorías van a parar a la colección más grande de fósiles, una montaña deshechada de teorías con altísimas pretensiones pero que sólo aportaron algún que otro concepto parcial aprovechado.

Horroriza sentir la pretenciosidad del pensador oficial de turno, su status engominado, y toda esa maraña conceptual que los envuelve, y que parece que los higieniza, esteriliza y estanca de la verdad sudada y vulgar de los mortales. Y la verdad está sudada, tiene manchas, es despeinada y no tiene voz perfecta.

En las grandes teorías de la cultura la ironía brilla por su ausencia. Se intenta cerrarlas, hacerlas compactas, simétricas y sistemáticas. Y eso ha atraído a mucho compilador, corresponsal, editor, y divulgador, que puestos a hacer un museo del pensamiento, queda mucho más taxonómico un tratado, que no una novela, poema, cuadro o biografía involuntaria (que no se firma).
La historia del pensamiento es una historia con coderas y estampado de cuadros. No aparecen ni transpiran los mocos de los niños de los autores, sus bajas pasiones ni las de nadie, ni el contraste entre sus inmaculadas vidas escritas y la torpeza de sus vidas orales. Por ello se encallan en lo sistemático, en lo analítico y en lo conceptual. El discurso se destierra de lo poético, lo cotidiano, lo pasional, y la forma de expresión sólo pulula en el género del ensayo.

Una impoluta vida racional nos ofrecen, diseñada por una razón limpia y estanca. Y encima sesgada, cada cual (llevado por su irracionalidad de serie no contemplada) azuza aspectos de su sistema de acorde a su biografia, tensando la explicación de todo según su sensibilidad. Resultado: una miríada de explicaciones totalitarias dispares. Historia del pensamiento = verdad de cincuenta colores superpuestos.

Por eso, los "grandes" intelectuales de la historia son un bluff. Por sus pretensiones. Por su presumida exención de influencias externas a su esencia, por sus laboratorios de ideas contaminados en serie, por haberse subido a "la gran montaña que divisa el mundo" sin darse cuenta que escalaban un vertedero.

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