martes, 10 de julio de 2012

Qué es el zen?


La misma palabra zen suena como una onomatopeya sobria. Una vez dije, que se tendría que proponer una traducción bianual de la palabra zen. Es de esos significados no resueltos del todo por el lenguaje, una lámina de la realidad con bruma. Un minicontenedor de misterio, reducto de esa criatura en permenente extinción que es la mística.

Y sí, en la mística y mil kilómetros a la redonda, farfulla el lenguaje. La semántica patina y hay otra ley de la gravedad para el significado. Acelerado él como una bala y sus facultades, reduce el archivo de treinta pisos en una habitación de lucidez máxima. Y entonces el lenguaje se dice crípticamente, con dobles o triples puertas, revelando a la vez que se esconde, rarificándose mientras en una palabra condensa cien.

La sobriedad es la cualidad de poderse sobrar manifiestamente, y no resultar ostentoso sino más bien ejemplar. Como una poesía mínima pero apabullante y definitiva, como un Usain Bolt que no se despeina. Breve y definitivo. Lo sobrio es una manifestación suficiente de la superioridad. Que no permite contestación, sólo mirada admirada.

El zen, sin poderse dejar bien decir lo qué es, circula por ese continente críptico, condensado, lúcido, breve, metafórico, sobrio, podado, meditado, iluminatorio.
Para que exista zen debe existir también el chopped y la telebasura. Una vida 100 % zen es una vida sin zen. La sobriedad se diluye. Y todo es pureza descontaminada tanto, que es pureza contaminada de sí misma. Ortodoxia, dogma y fundamentalismo.
El zen sombrea un camino entre la maleza, no es el destino, es el viaje. Prevee un continuo caerse, azuza el levantarse. Necesita toneladas de lo superfluo para ser su atmósfera. De esa masa vasta, aparece la sinfonía de la sobriedad.

No hay comentarios: