lunes, 17 de septiembre de 2012

Mr. Potato genetics


Es fascinante como la genética juega al Tente y da los jekyll and mr. hydes que van resultando los hijos a partir de dos moldes. La genética es caprichosa, azarosa, que así ha asegurado la supervivencia, diversificando y filtrando. Yendo a la derecha yendo también a la izquierda, y en el siguiente giro de la singladura evolutiva, yendo a la derecha y yendo a la izquierda otra vez, sucesivamente. La genética lo hace probar todo, y nos da los tentes que son nuestros niños.
Una nariz respingona de mamá, unos labios de trompetista negro de papá, la mala leche de la abuela, la comicidad del tío Paco, los pies de hobbit del padrino, el mostacho adolescente de los Peláez... La genética sí, juega al señor Potato con todos nosotros.

Y en el sofá de una familia numerosa, medra el despliegue de todas esas piezas recombinadas, un lego familiar tumbado. Tal vez por ello me enganchan obras como Abierto toda la noche de David Trueba, sagas familiares despiezadas en que ese maravilloso puzzle, queda al descubierto. Una familia es como una orquesta llena de vendas que camina unida mientras se golpea y se necesitan. Un habilidoso mecano con todos los pesos inténtandose adaptar y compensar. La genética ya tiró los dados, ahora toca descifrar el código y resolver el puzzle. No es más que un complicado juego de espejos, entre cosas calcadas en otro, a la vez desdibujadas cuando más nos parecíamos por una pieza con la que no contaba. Si es que a veces tanto nos parecemos que en un segundo nos volvemos otros. La familia, esos yoes con psicología incestuosa que no se tienen que tomar muy en serio. La familia, un polvorín junto a un tesoro, que a veces explota mientras se disfruta y viceversa. La arqueología de nosotros mismos, y a la vez nuestra arquitectura contemporánea. Un regreso al futuro revisitando el pasado.

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