jueves, 4 de octubre de 2012

La violencia de género antes de la prensa


A bote pronto, no podemos resolver si la casuística de la violencia de género, en las décadas precedentes a los años 90, era manifiestamente mayor, o si la implosión en los medios de comunicación posterior, era sólo el altavoz público de un fenómeno íntimo secuestrado hace tiempo.

En este tema sobran las especulaciones, los debates temporales incluso los de opinión. Se trata de asesinatos íntimos, familiares, que además llevan detrás el descuartizamiento psicológico de la pareja y de los hijos. Una criminalidad de puertas adentro, muy inaccesible, y que en muchas ocasiones acaba en homicidio y suicidio. Desde fuera se le hiela la sangre a uno al reflexionar sobre ello. Es como ir formando una familia, una intimidad colectiva, al tiempo que se dirige a la destrucción total. Y todos, venimos de una familia, más mínima o más expandida.

Nadie puede prevenir de esos procesos mórbidos de años, sólo gente muy cercana, a riesgo de ser vetado por la violencia. El resto podemos poner un adoquín en las vías sanas por las que desviar esos icebergs funestos, colaborando a la fotografía de ellos, a plasmar el desequilibrio fatal del asunto, su destino destructor, su potencia aniquiladora de los protagonistas y el daño de por vida a los hijos, intentar que entren procesos sanadores y que se reconstituya un equilibrio a largo plazo cada cual con su cruz.

En esta línea, es cierto que en la historia gráfica compartida, la violencia de género empieza a existir como fenómeno público a partir de su información en prensa. Me mojo diciendo que tres cuartas partes de la población, respondería que sospecha que antes había más violencia de género pero estaba soterrada. La cultura de la época la camuflaba.
Otros dirán que la igualdad en la mujer ha provocado una mayor violencia. Sin admitir que la desigualdad ya era una forma de violencia impuesta. O que los jueces podían obviar denuncias que hoy serían punibles.
No conozco ningún investigador que haya intentado sumergirse en los registros de fallecimiento de décadas anteriores, documentado anomalías y procederes sospechosos. Pero tal vez sería esclarecedor. La sensibilidad de los medios de comunicación suele ir mutando con el tiempo, y no es de descartar que en épocas pasadas se ignorasen ciertas incomodidades para el alma.

Puede ser que una investigación destapara una barbarie, institucionalizada, vergonzante en comparación con otros países europeos, y dotase de más conciencia a los hijos y nietos con una madre maltratada. Aparte, de otorgar justicia y honor a esas víctimas.

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