jueves, 1 de noviembre de 2012

Cátedras poltrona


Y Umbral, una mañana del 5 de octubre de 1998, también tiene que /gusta de escribir. Empieza su "post" del diario con un "Considera Borges que toda la genialidad de Quevedo es verbal...", supongo que desayunó, se paseó en batín, fue al excusado.
Y luego labrando el post le salió una concisa y reveladora historia de la literatura española en dos folios y medio.

Mientras la hacía, decenas de manuales tochos de literatura se autodestruían, estudios sesudos sobre las entrañas del primer Quevedo y demás, empezaban a arder y desaparecer. Embestidos por el ferrocarril de palabras alado de Umbral. Las vidas, rutinas, papel higiénico gastado, cafés tomados en vida de esos estudiosos, perdían su valor y se convertían en un marasmo de aguachirri con olor a pis y alquitrán ruleteando mil vueltas. En parte era Umbral meándoles y dándoles las vueltas.
Porque cuánta cátedra y cuánta academia ha sobrevivido bastarda. Firmando estudios y dictando conferencias, sobre el prepucio y su pus. Cuánto tonto a las tres ha ido a dormirse creyendo que tenía pajolera idea sobre la cultura. Me apuesto el pus del prepucio a que los catedráticos farsa somatizaban sus dudas por algún lado, como algunos popes del periodismo somatizan parafilias por la trasera. Del tipo, soy un erudito pero por las noches hablo y recito los diálogos del Sálvame en asonante.

Hijos de una hiena. El único método que debería funcionar en las aulas universitarias, parecido al alemán, es colgar las clases de los candidatos a profesor, y que sólo sobrevivan los que llenan sus aulas. El resto, a cagar a la playa.

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