viernes, 7 de diciembre de 2012

Los éxtasis adolescentes


La adolescencia es una época extática. ¿Qué es el éxtasis? El niño flipa, flipa en colores, se entusiasma a troche y moche, se deprime a continuación entre mocos, todo niño es un simpático bipolar. Pero en el éxtasis el sentido ya ha dado algunos pespuntes, es un entusiasmo razonado, una ola gigante de júbilo que nos inunda con los pies ya firmes en unas coordenadas. Un optimismo desencadenado pero encarado.

No sé muy bien por qué sucede, pero en la adolescencia llegan estas inundaciones bestias de júbilo que nos sobrevienen, que son unas verbenas de la vida adulta, unas fiestas del estreno de la vida con todas sus facultades. Benditos estos advenimientos, estos fuegos artificiales previos que reciben la farragosa vida adulta como si de un festival se tratase. La adolescencia es un suavizante de la vida, así como la niñez es su corazón de felpa. Nacemos de la gloria e impulsados sobrevivimos la épica de la batalla adulta cotidiana.

Pero como de repente nos invade a borbotón toda la felicidad del mundo por un canalón de la adolescencia. Como tocamos la cima de la dicha, sin la experiencia que se nuble, creyéndola perpetua de veras. Son aquellas tardes de verano tras protagonizar el señorial acto del amor, y mojar los pies por primera vez en el océano del erotismo. Entre ninfas, hombrecitos, y corazones de tiza. O escuchando en nuestra habitación una canción en la que parecemos vivir dentro, mientras se destapan nuestras nuevas sensibilidades y facultades recién estrenadas. Inaguramos una maquinaria romántica y no nos damos cuenta. Es el romanticismo en fruición, nunca dicho o cantado, sólo consumido. Nos llenamos la carne de vida, ya mudada la atmósfera temerosa y protectora de la infancia. Somos unos corruptos de vitalismo. Por eso se nos encharcan las tardes súbitamente de gloria. Aprehendemos el milagro de la vida y la maravilla de ser humano, entre trompetas de gratuidad, con una inteligencia hambrienta y bulímica de comerse al mundo, salivando ante el festín descubierto. Y sintiéndonos directores y actores de una maravillosa película real.

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