miércoles, 9 de enero de 2013

Lo funesto


Y va una bomba y se lo lleva todo por los aires, e inflama de sangre y vísceras desperdigadas, el núcleo con más diseño y más conseguido de la ciudad. Es curioso como los terrorismos roen el corazón de las civilizaciones y se infiltran en sus núcleos para estallarlos.

Toda la perfección lisa de sus diseños, el metálico progreso inteligente que no pesa, la sofisticación zen de sus calles céntricas, el paisajismo versallesco en miniatura recién podado... tiene en el aire un virus invisible de pecado, una pátina de culpa, que cobra existencia cuando unos ojos heridos ya idos la miran. Esa orgía de progreso les infarta por dentro, y poco a poco desean implantar una orgía de estallido y sangre en la escena.
El rencor difuminado y gigante como leitmotiv, filosofía de vida. La injusticia y desequilibrio del mundo como pretexto justiciero y desatado para aplicar un animalismo rápido y bélico, parcial, caprichoso, sin miramientos a lo justo, pero igual de egoico. Con la idea de Dios atada a la pata de la silla con cordel islámico, ingrediente trapero del absoluto.

[...] Y creces, hermoso, llegas a la estepa de los 30 tras la colina de los 20, y empieza la maleza y las sombras de tanto cáncer de oídas, la jauría de las metástasis vecinas, y tu cuerpo es un candidato más ante tanta amenaza y realidad sombría...

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