miércoles, 13 de febrero de 2013

Amo el Real Madrid



Todos seguimos y arrejuntamos para un equipo de fútbol de la liga BBVA - trapero nombre -, y lo hacemos con mayor o menor cordura. Los hay que tienen la vajilla con escudo que "financian" los tebeos deportivos, los hay que la tienen y no pueden comer en ninguna que no sea ésa. Nórdicos, edredones, cuberterías, escudos teselados en el fondo de una horteropiscina, así hasta acabar generando un futurible Rastro monotemático del culto deportivo.

Es culto, rito, jaculatoria. Hacer de la choza una pequeña capilla litúrgica, y si la vida nos lleva a un poblado de Etiopía, fundamos una peña bética, que el Betis es maná, nada me falta.
Están los dramáticos y los ultras enfermos de la "afición", los kamikazes evangelistas de una raza otra, la de los bobos, que muy consecuentemente se ve invadida [raptada] por un sentimiento de superioridad encriptado, para no pegarse un tiro más que nada.
Pero luego está el forofo medio, el que come en otras vajillas, que si no le gusta el fútbol y lo usa para otros menesteres psicológicos no tan extremos como la cepa tarada ultra, defenderá las tretas, las trampas, el mal gusto, la violencia, en pos de una triste victoria de su acomplejado equipo.

Existe el amor sí, y aunque no se verbalice, hay cierta gente que Ama, un patán club de fútbol. Se puede seguir, vibrar, usar el fútbol, pero hay aficionados que aman a capa y espada su equipo. Ojo, no voy con hipérboles, reitero y preciso el acto amatorio, de entrega, de fundamentalismo en la vida del hincha de turno.
El fútbol, ha llegado a unas cuotas de protagonismo existencial, que cualquiera puede ir saltando de rama en rama y nutrirse psicológicamente de equipismo. Desayuno con el diario, escucho el parte hacia el trabajo, dialogo con los compis de las trenzas de Messi, veo el telediario, trabajo un poco, escucho el programa específico de la tarde, y me preparo para la batalla, joder mi miocardio con el partido en directo [a los del Barça hace tiempo que no nos pasa eso de sufrir como método], y luego la resaca, el post-partido, punto-pelota, la llamada al cuñado, el larguero y la vuvuzela.




Che, es un burdo juego, un mundo de cachorros, eso luego no da de comer ni paga las facturas, tú-pagas las facturas de los pibes, despertate.
Si añades la bajeza humana de personajes como Mourinho, el lloriqueo victimista compensatorio, los locos como Stoichkov pisando a los árbitros, los Giles Núñez jeques y gremio nazi constructor administrando el cotarro, el olor a memez periodista que encumbra declaraciones autistas y eleva la inflación del fútbol a niveles estúpidos... encima hay una marabunta de comemierdas que lloran, agreden, defienden, se blindan, por unos colores. Por Amor, a unos colores.
Quien justifica a Mourinho, al mayor gitano que ha conocido la historia del deporte, ama el Madrid, como un adolescente, por encima de casi todas las cosas, de forma romántica, entregada y lerda.
Es Amor, amor por un equipo de fútbol, una camiseta pringosa como leitmotiv de vida. Son los esclavitos que catapultan los sueldos millonarios de sus ídolos, los comemierda que ensalzan e idolatran al primero que pasa. Por gentuza como ésta, porque la psiquiatría no ejerce aún con gases para mayorías abyectas, hemos de convivir con subnormales que aman una mierda de equipo de fútbol. Tomen nota, dejen de hablarles, son peligrosos, que terminen su orgía delirante tatuándose las estadísticas de la décima o la quinta en el pene, y que haya suficientes cavernas en el mundo para que puedan morar el resto de sus tristes y alcohólicas vidas.

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