jueves, 28 de febrero de 2013

La ventaja de no creer en Dios


Dicen que si aguantas un día por el acantilado del descalabro sin caerte, al día siguiente te propulsas como una catapulta a su envés, al lugar más firme de la Tierra.
Y eso me sucedió ayer. Tras la hecatombe del lunes, permanecí deshilachado el martes, infusionado de catastrofismo, con ojos negros y aliento triste. Todo resonaba a derrota, hasta el parquet gastado y sus muescas. Era un paquete franqueado a la rendición, disimulando su destino.

Es la atmósfera de lo traumático, de la que escapas con el tiempo. Palabras bellas aparte, bromas acerca de que sólo fue un 1-3, yo no estaba tan mal. Mi corteza sí, estaba convulsa y candente, pero más adentro en las oficinas centrales, la plantilla de jordis no cejó de trabajar al máximo desde la crisis, al grito de más madera. Yo jordi timonel no me enteraba de la brega inconsciente, bastante tenía con no hacer naufragar a todos. Pero ellos, trabajaron como duendes todo el martes mientras yo ganaba tiempo.
Me sorprendió ese día levantarme a las 6 enérgico y como un vendaval. Continué pleno hasta las diez o así, que desayuné una lectura de Umbral a las alturas del día. El retrato poético que hace de Rubén Darío, en el libro recién comenzado "Las palabras de la tribu".
Tras la catástrofe, había vagado un día, me levanté vigoroso, me introducí esas palabras, y salió de repente una idea empresarial para arrancarme de ese mal trago de verme con la fuente de ingresos destruida. Y la capulla era una gran gran idea. Los chicos habían trabajado bien, mi inconsciente, mi corporeidad, había obrado esa remontada del averno. No hice nada para ponerme a analizar salidas como un desesperado, seguí mi trayectoria previa, y la miel de Umbral fue el colmo como input para que cayese esa idea voluble de la imaginación, sedimentada de meses, trufada de años. Simplemente la lectura licuó el cerebro como suele hacer, y en ese Mar de las musarañas circulaba un tronco salvador epifánico.
Que incluso si no se llegara a realizar, u optase por vías menos empresariales, ya me ha demostrado que tengo una tropa de ángeles de la guardia, dispuestos a sacarme las castañas del fuego. O el inconsciente como seguro de vida.

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