martes, 26 de febrero de 2013

Meetic


Un día me apunté a meetic, el cash converters del amor. Uno va a esos centros de desintoxicación cuando anda jodido, desparejado, gordo y viejuno. Se trata de un escaparatismo más de esos, en que las tías circulan en cadena como patitos, y los mozos tiramos bolas y bolas al aire hasta que a un pato le llueve un bolón. Es una feria de cortejo de ganado cibernética, paralela a la discotequera al uso.

Vamos a ver, aquí a plena luz, con la total lucidez de no ir ebrios y en un escenario de trabajo como es un ordenador, el modus operandi requiere mayores rodeos y una nube de dignidad bien arriba. No se trata de maquearse, dar la mejor versión posible de uno en distancia corta, ponerse ciego/a de cubatas, y soltar cuatro chascarrillos en la oscuridad. En meetic hay que rasgarse las vestiduras y ponerse lo más digno posible. Siempre se ha de restar de un 30 a 50 % de belleza en la foto de perfil escogida, y de un 70 a un 90 % de los atributos psicológicos que la persona quiere desprender en los chats. Ellas, nunca te dirán que van a follar en la primera noche, jamás, pese a que se cumpla muy a menudo siempre te hablarán de la cosmogonía del amor y de su biografía fiel a los más nobles sentimientos, incluso teniendo pareja.

Meetic es una gran pajarería de aves heridas, de eliminadas en los cuartos de final del amor, es la gran repesca para ellas. Ahí todo el mundo está tarado, es morralla sentimental, un gran montón de ropa de ocasión que nadie quiere, donde se lucen las taras de los 30, lo que en los 20 apuntaba sólo un pequeño descosido sin más, hoy es motivo de rebajas. Las chicas andan cojas y se confunden, te venden la novela del amor, y luego doblegan a nuestra crónica salidez, como si estuvieran encontrándose y aún no han mudado su piel postiza de noblezas y escudos de lo correcto. Y tras el fragor, constatas que la descompensación llega a todas las esferas, que además de un ser dolido como tú son criaturas perdidas que andan a palos, y que no se puede ir a ningún sitio con ésta, ni con la de la semana pasada, ni con la belga de la que viene.
Porque es una cinta de patitos que pasan y te sonríen, y tú tiras a cientos como meteorito y ellas tienen uno o tres satélites fijos orbitando. Son las reglas tácitas del cortejo de la especie, aún en el siglo XXI. Unos, perros husmeadores, las otras, farolas. Hasta que se cambian los papeles y el perro mea en todas las farolas, y el rollo de somos unos cabrones y todo eso...

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