martes, 26 de febrero de 2013

Unir caos


El tiempo se desgrana en la madrugada, los coches rasgan la noche, el cerebro está cascado. Alterna música, me pone canciones del subconsciente que aparecen en segundo plano mientras leo cosas por internet recién desvelado. Alterna canciones de la destrucción, pop lentísimo, pero wagneriano de alma, con canciones de 6:30 h de la madrugada, funk digital que hacía de banda sonora al volver a casa de borrachera.
Hace de disc-jockey solapando el presente con un pasado caótico. Tal vez lo hace por unir caos. Habito el caos. Vivo en la calle caos. Otra vez alcanzado por la metralla de mi trabajo, porque la última ocasión, hace 50 días, que me daban por muerto, me regeneré en una semana en el hospital de campaña. Pero hoy es de esos días en que llega una carta a mis padres diciendo que estoy muerto. 8 años y 10 meses después, usted deja de prestar sus servicios en la guerra de Wall Street, felicidades soldado, usted duró casi un decenio en la contienda, vuelva a empezar su vida.

Ni una pegatina te dan cuando te vas. Sólo el vacío de perder, extraviársete el trabajo. Momento indeseable del gran juego de la oca de la vida, en que caes en la casilla 36, y te dice: divide tu edad por dos y sufre la precariedad laboral atmosférica de los 18, sin el festival lúdico y la inconsciencia de entonces. Plas.

Reinventarte. Desde las astillas lanzadas de uno, desde el caos. Reinventarse es demasiado bonito, muy de teorías y laboratorio. Restaurarse, siendo de carne doliente. Reinsertarse, desintoxicarse, tal vez.
Buscar un nuevo sitio en un mundo lerdo y etiquetado, tatuado de prejuicios por todas partes. Buscar un sitio cómodo, con la calculadora de lo factible, donde no le manoseen mucho a uno la dignidad. Y a unas malas como malla última, como rendición final, retirarse a una vida del siglo XIX con perros y libros, y 400€ de presupuesto, pero con toda la libertad personal del orbe. En esta soledad cósmica, en que eres el impar puro, sólo te rescata del averno tu par, el suelo de tu vida, la socia y compañera de vida y destino.

Es la crónica de un parte de guerra desafortunado. La constatación entre olor a pólvora, que tras un año en el frente, de sacrificio y batallas continuas en el frío, no ha servido para nada. La inutilidad de la guerra, que es un tópico para ti, para mí es una realidad que me envuelve, que me domina. Habito el caos, debo desintoxicarme, usar esta silla de ruedas un buen tiempo.
Y que la propia silla me reinvente.

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