miércoles, 27 de febrero de 2013

Yo y los teléfonos


Un post temático hoy? Dejamos el fonendo y hacemos un rondo a un tema? Pues tratemos uno bien delimitado, como el yuxtapuesto Sex and the city, abro la serie, Yo y los teléfonos.
Nos llevamos mal, un servidor y el invento de Graham Bell. Esa puerta a la socialidad, súbita, que aparece en el aparatejo con el que me conecto a Internet. De repente, una especie de sirena anuncia con premura que fulanito espera cuadrado un encuentro social conmigo.

Ok, yo tengo cierta discapacidad en la sociabilidad. Por el what's app funciono como una seda, el lenguaje escrito es lo mío, mi habitat. Siempre pienso que por qué no me escribirán. Uso el teléfono escasos minutos al mes, veinte a lo sumo?, lo cojo en contadas ocasiones. La voz es encuentro físico, la escritura es telepático, implica mucha más distancia, a veces recorrida en menos tiempo. Pero la voz, es un input que activa otras áreas cerebrales distintas, es la serpiente física de la persona, su hilo distante, que consigue flotar sonoro y es un sustituto suficiente de alguien. Las voces manosean el cerebro como la presencia física. Los extrovertidos necesitan el teléfono como agua de mayo, a los introvertidos más bien nos sobran esos advenimientos repentinos del más acá. Como si los vecinos tuvieran licencia para abrir la puerta de casa y presentártete con una palmada en el baño o un meneo en la siesta del sofá, el teléfono no llama a la puerta, te rapta tu flujo del momento.
Valoro a las personas que llaman poco. Una llamada telefónica standard consiste en dos tipos poniéndose al día desordenadamente, tropezándose, yendo de allá a aquí, sin profundizar, porque los teléfonos no están hechos para profundizar. Las llamadas son aperitivos que se hacen largos, que muchas veces versan sobre todo y no versan sobre nada. Los intercambios de información por teléfono a menudo buscan cumplir, yo te hago tres preguntas sobre lo tuyo, tú inquieres sobre lo mío, y cuando vemos que la información alcanza un peso suficiente en la cesta, ya podemos proceder a colgar el aparato. Así de torpe y sin gracia es muchas veces hablar por teléfono.
Se inventó para cubrir distancias, para complementar todo lo que no se incluía en la presencia física. Yo soy atelefónico, es un invento que no me gusta, ese meterme en la piscina de lo social de golpe, a bocinazos, con prisas y ultimátums sonoros. Tal vez debiera cambiarme el tono de llamada, poner una música sutil que desvanece, y hasta personalizar algunos tonos.
Evidentemente, me irrita sobremanera las llamadas comerciales, sean intempestivas o tempestivas, les envío a la soberana mierda, ya que nunca pierdo el tiempo ni gano el dinero en denunciarles. Si les tuviese cerca les fostiaría, a mano abierta. Medio país tiene fantasías con ello. Deberían hacer una actividad en el Mobile World Congress consistente en dejar al presidente de Telefónica, aka Movistar, en medio de una plaza pública tres horas sin intervención policial, a ver si la gente haría una barbacoa con él o sólo una costillada a palos.
Teléfonos, teléfonos, teléfonos, mal inventaos que están los bichos

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