lunes, 18 de marzo de 2013

Ésteañocuandocáe


Hay mañanas que te levantas alcornoque, embotado, con una cabeza menor. Detrás siempre están los cambios en las rutinas obrados, en este caso los males de las barbacoas de los domingos. La desmesura proteínica del arsenal de carne, el remojo del vino de porrón, el ahumado a la carne propia gestionando esas brasas, son un giro suficientemente dramático para el fluir de la semana. Los chorizos se me han subido a la cabeza. No hay nada menos literario que un chorizo naranja embutido y aceitoso, durmiendo en un plato.

Aquí es cuando algunos escritores se toman optalidones, cubatas mañaneros y prozacs en vena, de momento hacemos con el té. Buscamos que el organillo, ese instrumento de carromato del lírico, continúe dando vueltas. Que los engranajes de la máquina primitiva de la nominación avancen sus dientes a poder ser, aburrida y perpetuamente.
En estos amaneceres bobos, notas que en el terrado ni hay organillo, ni duendes, ni gracia, te sale una mente seca de profesor de autoescuela o anestesista, pero la cabeza tiene una naturaleza de cemento donde no es posible la fundición licuosa de la creatividad.
Como ante un auditorio presa de los nervios, la única manera de proceder es sacando los nervios afuera, en exposición verbal, porque los nervios son criaturas interiores que crecen en el anonimato y perecen cuando se les nombra. El cemento intelectual, sordo, mendrugo, empieza a derretirse también con la mirada, porque las neuronas siempre prefieren antes que seguir durmiendo, ir a unas gradas a ver la parábola lírica de la fundición del cemento. Ellas son muy curiosas, incluso la de los animales políticos y/o financieros. Una célula muscular es estoica y de derechas, las neuronas llevan greñas dendríticas, fuman porros endógenos y tienen tarifa vitalicia 4G.

Nos queda una semana civil de rutina antes de la paradiña primaveral de los cinco días ésos, que cada año cambian, abril arriba, marzo abajo, y que tienen el cansado nombre de semanasanta, o ¿esteañocuandocae?. Es mucho mejor el segundo nombre, lo define más. Lo que importa es qué tiempo hará, quién pringará comprando billetes a tropemil euros, quién volverá con la tez de rojo subido al trabajo, qué pastelería levantará la Sagrada Familia a tamaño real en chocolate de una vez.
Podríamos rebelarnos y parar este juego a los dados con el calendario. Señores, estos cinco días de asueto que nos dan, nos los cobramos un lunes aquí, un viernes allá, bien puestecitos en el calendario, será por santos, y me dejan de agitar el año por motivos sagrados, que no llevamos túnica ni hemos reservado plaza en el más allá.

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