sábado, 9 de marzo de 2013

Te regalo una start-up


Una de las planificaciones clásicas de los cabezas de familia es hacer un montoncito de euros para la época universitaria de los hijos. Más en Estados Unidos donde la universidad es más costosa que en Europa.

Aquí, los padres avispados verán que cada vez tiene más sentido hacer un montoncito, pero para la primera start-up del hijo aplicado. Aportar parte de ese capital, para la empresa que tras unos buenos estudios le posibilite una vida autónoma e independiente. No tiene por qué tratarse de proyectos multinacionales y grandes corporaciones. Pero facilita militar en ese hemisferio otro de los que son sus propios jefes y brújulas, frente al club del toque de queda del lunes a las nueve de la mañana. Se juega en otra liga de los límites, y el club de los madrugones siempre espera por si acaso.

Es un buen regalo. Más que un legado casual en que se acumulan cucharillas de café de plata y desfases temporales en forma de objeto. Incluso mejor que un dinero caliente heredado, dinero ya huérfano, que viene a ser un regalo plantado sin envoltorio ni límites, y que necesita reposar para encontrarle el sentido. Porque eso de que es nuestro, necesita un tránsito cabal. Dinero que no hemos sudado y que bien podía tener otros destinos que no llegaron a cumplirse. A veces hay que dejar que el dinero venza su laconismo numérico y nos hable.

Pero esa dotación post-universitaria en vida de los padres, es de los mejores regalos que se me ocurren para unos hijos. Regalo inteligente y cambiavidas. Un pasaporte para escapar de nuestro imperio de la titulitis vasalla.

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