lunes, 8 de abril de 2013

El sexo de las flores


Ahora sí. Como en primero de EGB las plantas despliegan sus pétalos y hacen de flor, con la garantía de un tiempo clemente. Es una competición para reproducirse mediante la vistosidad. Todas reclaman la sexualidad vicaria de una abeja. Todo el amor en los vegetales, se reduce a lo vistoso, casi como nosotros. La belleza mecánica de los vegetales. Si pudieran reproducirse por wifi, dejarían de hacer flores.

En los animales, el depositar la semilla y perpetuarse no precisa del viento ni los insectos celestinos. Comienza la historia del más fuerte, y la vistosidad también trabaja para el miedo.
La cópula después con el hombre introduce los factores invisibles de la inteligencia. No siempre, pues los balcones mamarios y los tíos ciclados funcionan en el modo simiesco de las flores, los gorilas y las vaquitas. Vistosidad chillona e irreparable.

Pero como en el milagro de los panes y los peces, los enclenques, los gordos, las narigudas, las fofas, los hijos de famosas, resulta que acceden también al sexo con humanos bellos, incluso negando ese florecer en simetrías y colores de la belleza, apostándose en un físico mediocre.
Todavía no somos tan inteligentes como para crear una industria cosmética que afee a las personas.

Tal vez sólo lo haya intentado el punk, los que se ponen implantes ésos de elfos en las orejas, y las que con lorzas insisten en lucir ropa ajustada y van de sobrasadas.
La jerga para la fealdad luego, inspirada en lo animal, no se acaba nunca: eso no lo toco ni con un palo, callo, aborto, feto malayo, gorfea, búfalo, ñu, john deere, calamar, trol...
En el fondo somos un acantilado al sexo, con un mercadillo psicológico montado en el precipicio.

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