miércoles, 1 de mayo de 2013

La sangre abollada de hormonas


Un lunes pones la calefacción del coche a 30 para desentelar los cristales, y el martes tienes que poner el aire acondicionado por el calor opresivo. Así de esquizoides estamos. La primavera es inestabilidad, y la actual llega a dramática, con sus loopings meteorológicos.

Esta estación es una sucesión de exhuberancias y ocasos. Un tropel de bienvenidas, eclosiones, apogeos, sumidos y desbaratados por las secuelas del invierno, que irrumpe como un aguafiestas, como un atraso, y nos olvida el verano.
Pero más que prosa, son acelerones y frenazos de temperatura y luz, un dramatismo para las hormonas dislocadas. Nuestra rémora vegetal yace ahí, violada por los cambios de luz. Dicen los siglos que la primavera la sangre altera, y en ésta se desespera, con su revoltillo de hormonas perdidas.
Vienen los días de mal cuerpo, como una carambola climática, aparecen vértigos de la existencia, como un mareo hormonal en la sangre. Los manuales alertan que se puede recaer de depresión un día loco de cambio climático. No podemos aspirae más que a una felicidad dálmata e interrupta.

Después del vértigo hormonal, de la ganuza carpanta y sexual, de la confusión e inestabilidad anímica, clarea la calma y se supera el mal trago. Fortalecidos. Tenemos un tercer ojo vestigial enterrado entre neuronas, y aunque ahora sólo dispara hormonas, va graduándose como francotirador y como sede lúcida.
Todo esto ocurre a aquellos mamíferos que habitan las cuatro estaciones, en las regiones temperadas del globo. Aquellos nombrados Primer Mundo, frente al tercero que no dispone de estaciones, del ladrón del frío, los edenes que sólo tienen verano seco o verano lluvioso todo el año. El paraíso es confortable y estático, sin estos sucesos hormonales depresores. En el trópico no sucede nada porque no se viola a las hormonas. Existe una Historia interior descalabrada que no aparece en ningún libro de texto.
Son cinco mil años adaptándose, sobreviviendo a las inclemencias, del tiempo y del espíritu, a esta jodienda de cambios y vaivenes hormonales anímicos. Estamos mu locos. Tiramos comida deconstruida a veces sin más, somos sofisticados y psiquiátrikos.
Ha sido una semana lábil, llevábamos la sangre abollada de hormonas.

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