domingo, 19 de mayo de 2013

Me gustaban las chicas tímidas


Me gustaban las chicas tímidas, silentes, reservadas. Porque no hacían ruido supongo, porque notaba un espejo invisible, un resonar familiar de mis adentros, también silentes y pacíficos. Había en la timidez, una monumental prudencia. Me nacía una confianza, olfateaba una moderación. Aquellas chicas no explotaban. Su belleza quedaba no corrompida por el silencio, permanente. Unos ojos espectaculares y brillantes mirando hacia arriba con actitud de perro angelical. No que me enamoro.
Las otras hablaban para cagarla. Era así. Ser lenguaraz es tener dentro un carrete que no para y te retrata imprudentemente. No, eso no lo digas. No hay nada tan escasamente misterioso como una persona habladora. Toda la intriga, el barroquismo, la sofisticación de una personalidad, desvanecidos en nueve segundos que es lo que tardan algunas personas en confesarse, como máquinas impresoras de un modo de ser. Parménides y Heráclito se pondrían de acuerdo. Yo es que soy muy transparente. Tanto hija? No te guardas nada para después? Para los siguientes siete años? Transparante o hueca o qué?

La moderación a veces no es más que el freno que ocasiona el seno para desarrollar un estilo. La pausa que permite que anide y se sedimente un carácter propio, el único lugar donde se puede posar cierta riqueza y sofisticamiento psíquico.

Y eran tímidas. Como un servidor. Y las tardes a veces eran un folio en blanco donde podía pintar la imaginación, la fantasía platónica, más que la realidad. La timidez, sin intelectualidad, es platonismo. Los tímidos, inhibidos, algo minusválidos, nos reconocemos sin pasaportes pero sabemos que somos del mismo país. Normalmente nos sonreímos, nos reconocemos, pero como somos tímidos obviamente el encuentro es silente y vergonzoso.
Dos tímidos no son dos planetas en silencio, son dos mundos que callan. Nadie es tímido hasta las últimas consecuencias. Las palabras atrancadas en una segunda garganta inferior, deben ser expulsadas. Hasta encontrar una esplanada donde cae el himen de la timidez. Un tímido es un lenguaraz sensato, que larga tarde y oportuno. De hecho algo les hizo callar para siempre, alguien o la suma de alguienes bloqueó el fluir despreocupado del habla. Hay como cierta garra atenazada frente al mundo, que impacta, que es más espontáneo, advenedizo, automático que uno, la sensación un poco que el mundo habla e interpela en demasía. El tímido siempre mira primero, siempre localiza. A más logorrea, más parco y lacónico. Quiere hablar de las cosas en propiedad, un tímido escribe discursos en soledad, es un literato en potencia. Una vez cada cinco años y con alcohol, es parlanchín.
Me gustaban las chicas tímidas porque uno sabía que estaban a años luz de explotar, como estrellas jóvenes y prometedoras.

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