miércoles, 22 de mayo de 2013

Verano en vano


Esta frecuencia de precipitaciones hace que abunden los días recompuestos. Son aquellos que vuelven de la lluvia, rehechos, de soles inagurales, que secan la costra de los días húmedos y resfriados. Entramos en un bucle de restauración climática, dos veces por semana, y estos días parecen plumosos de festividad, y tienen los pulmones más potentes. Hasta que retorna el fenómeno del verano en vano, y repetimos el ciclo.
El sol luce sobre la arena mulata y aborigen de la playa, transformada tras la enésima lluvia de esta primavera. Una arena oscura, aplanada, y aún húmeda, que le da un carácter cantábrico al conjunto.

Hay gente que demarra el verano demasiado pronto, después son abortistas, y cae por su propio peso la precocidad, asaltados por fríos de junio, recalentados por vapores de agosto, y son los primeros en gastar chaqueta al empezar septiembre, acelerados, traspuestos, precoces. El resto nos aparecemos al estío con camiseta y pantalón corto un atardecer, y él nos responde a lo lejos con frío y señal prematura, nos precipitamos al verano con demasiada puntualidad.

Los pajaros hacen flores de sonido, pétalos en un compás, con timbre de aguas. Abundan las amapolas, esa flor mal hecha, por un dios de bazar chino o de párvulos. A los árboles podados les crecen ahora las hojas, incipientes y contadas, como una barba, antes de proliferar y redibujarse en follaje indistinto. El viento tiene masa para mover, mares herbáceos que se despeinan las tofas y refrescan así sus baños de sol. El campo lleno de ñordos, los tordos de los domingueros, que los perros coprófagos deleitan. Kobe repite la historia del coyote y el correcaminos en sus persecuciones a degüello con un conejo vecino al que nunca da alcance. Estos son mis testimonios del bosque. Esta es mi declaración. En el telediario, tendrían que salir el meteorólogo y el endocrino juntos cada cual a dar su parte climático. Nos falta tal vez introspección.

Se pastelizan las tardes, se estilizan los paisajes, la presencia amplificada del sol crea filtros fotográficos según las tardes y las nubes. Hoy el horizonte es como un biombo chino, las montañas son de negro monocolor, toda la cordillera es una masa plana de negro, indiferenciada y continua. Por encima de la silueta negra, aparece un resplandor candente, le sale un naranja estelar y un fucsia discreto, que es todo el degradado amarillento, violeta y triunfal del sol mientras se apaga, una belleza proyectada a miles de kilómetros asomándose por toda la loma de la cordillera antes de marcharse.

Los niños de trece años ya se bañan, han prologado el libro de las maravillas llamado verano adolescente, que se prolongará hasta un día lejano de pantalón largo en septiembre.
No hay más que paz en esta tarde veraniega de mayo. Todas las violencias están suspendidas, todo los males están apagados. Hay días que el paisaje y las temperaturas inhiben el mal, simplemente se da una pereza de mal, próximo todo a lo edénico y lo paradisíaco.

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