lunes, 17 de junio de 2013

El tabaco hipócrita


Esto del tabaco es muy tribal. Los canutillos que calan unos mamíferos que acumulan en los bolsillos. Más que tabaco es rapé.

Es brujería ya saber lo que han metido dentro un gremio de hechiceros pudientes. La gente no sabe lo que fuma, pero canutillo a canutillo queda claro que vas sacando boletos para un cáncer tuyo, a menos que te toque una buena china genética. Cometes un suicidio lento y tutelado por el Estado.

No sé quién inventó el tabaco, tribus aparte, carecemos de una historia divulgada sobre la tabaquización del mundo, su momento fabril. Me cabe la duda sobre la naturaleza preponderantemente imbécil de fumar. Aquí no sé si hay algún estudio entre franjas de C.I. y hábito tabáquico. Digo si alguna vez el uso ha sido equivalente al de una ropa, emular conductas de los demás extendidas, que parecen proponer un uso propio. Dejo claro que todos tenemos un poco y un mucho de imbécil.

Lo que ya no entiendo a estas alturas de smartphones, es la nebulosa del tabaco. El esoterismo brujo que aún tiene el tema. La poca divulgación de lo que es, sus ingredientes, así como de sus mecanismos, la imagen detallada de sus garras y dispositivo de asfixia, cómo engancha y prolifera. Sólo se dice que mata, este producto que acaba de comprar le mata, son 4 euros con cincuenta la eutanasia, gracias. Feo.
Se ahorran la película, te sueltan el final porque no tienes tiempo. Tabacaleras y Estados estuvieron de acuerdo en esa estrategia de comunicación surrealista. Como son imbéciles los que fuman, digámosle que paga y mata, que suelte la pasta enganchado y regañémosle que eso mata, porque es imbécil.

Aparte es religioso y timorato vender en oficina pública un producto con pegatinas de cánceres gangrenosos, que sólo cercenan el cuerpo pero no el alma, frente a otras drogas prohibidas que alteran la conciencia, y eso todavía tiene cancelas sagradas pese a estar casi en extinción. La creatividad del mundo es de las pocas realidades que aún tiene murallas de siglos anteriores.

Pero un manual de instrucciones del tabaco en cada cajetilla, plegable, sincero y científico, sería todo un detalle. Los medicamentos lo llevan, pero los antimedicamentos no, sólo pancartas con frases manidas y breves. Hipócritamente no te van a decir toda la verdad, la hoja de instrucciones les dejaría expuestos, el detalle del "Te matamos" debe seccionarse a una sola frase y a un pulmón que no parece ni primo tuyo. Que te expliquen lo cotidianamente suicida que estás siendo, lo desahuciado que estás, cómo las moléculas del tabaco se están haciendo con el mando, y lo mangoneado por el destino social que eres presa, sería decir la verdad, honesta, sin pringues, sin cepos, sin tajadas.
El tabaco es una cuestión hipócrita, y un filón económico contante y sonante.

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