lunes, 8 de julio de 2013

Panfletos


Semos organismos que se pasan 40, 80 años viendo publicidad. Otra definición del ser humano. ¿Cuántos anuncios nos hemos zampado en nuestra vida? Es imposible bajarse de esta noria publicitaria, en la radio, en la tele, con panfletos, en el metro, en el centímetro inferior de tu smartphone. La existencia es una vida anuncio. Ese bullicio asiático mercader que nos recuerda al infinito al viajar a esos países, resulta equivalente en esta vida pancarta que no se acaba nunca.

Sabemos hace tiempo sin ser tema de debate en bares, que empresas y publicistas buscan alegrarnos la vida, disimular su anzuelo, mientras nos dan la chapa con su producto prescindible. Hay un pacto tácito entre terrícolas y empresas, con el cual aceptamos barco a cambio de un chascarrillo. La publicidad virtuosa consigue ser simpática y nada latosa. La peor, es aquella que se queda a medias. Toda publicidad es pretenciosa por naturaleza, busca colocarte un producto como target. Cuando va de simpática sin conseguirlo, se le ven todas las costuras, toda la intención mercantilista mal hecha, es pillarla con el disfraz de "soy tu amigo" a medio poner. Esta publicidad es la pesada, la que va de cool, te cansa, esa sociedad de una marca mediocre y un publicista iluminado. La de las gracietas, la notarrona.

Hay que llamar la atención, y nosotros somos las víctimas. A veces salen disparos cognitivos de la pantalla, perdigones sensacionalistas, bromas macabras, sustantivos chonibarrocos como mierdecilla en las orejas. Otras marcas antiguas tienen que reinventarse, como la cocacola y todas sus arrugas, taca taca, bolsa marronosa de la sonda. Aquí ya hay arqueólogos, neurólogos y restauradores. La impronta que buscan es mucho más honda, con diana en las tripas cognitivas.
cocacola se suele agazapar ahora detrás de un arbusto en sus anuncios, empiezan con un plurireportaje, un tema alegórico, que parece hasta gubernamental, y después salta del arbusto con su marca y pone título a un trailer de una vida, y ya no sabemos si pretende ser una omniteoría de la cotidianiedad, si de verdad se quiere poner a la altura del oxígeno, con toda una inocencia musical detrás rebajando el souflé de la doctrina, con todo el arte de la subliminidad a reacción.
En el último año esta bebida para obesos pretendía con un anuncio publireportaje de los suyos, hacer un canto a la salud y el equilibrio dietético, saltando de los arbustos al final y propugnándose como una referencia de equilibrio alimenticio. Me parece una de las mayores imposturas y tomaduras de pelo de la historia, tan pérfida con toda la música y la matemática de imágenes que la acompañaba.
Creo que es un acto flagrantemente decadente. El de una compañía a la que se le viene encima una jauría de tasas por ser precisamente perjudicial contra la salud, con su puto 10 % calórico del total diario en una mierda de lata de 33 cl. Cocacola es una sarta de azúcar, una historia de glucosa estimulante en vena, la bebida oficial de un imperio de obesos y diabéticos tipo 2.

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