viernes, 5 de julio de 2013

Se vende fe


La gente tiene derecho a pensar que si toma té verde, suplementos o jugos de apio, serán supermán. Paseo por un barrio que fue desarrollista, del "segundo mundo" que nunca aparece en los libros, y me topo con un mural de unas flores espléndidas en primer plano, tras ellas un lago prístino, y enmarcándolo unos arbustos frondosos de un verde jade. La naturaleza en su apogeo. Un mural dos por diez que capitanea una tienda de reiki, terapias naturales y tarot del futuro. Se agranda tanto la imagen de la naturaleza-balneario en medio de la ciudad, que el mural se convierte en un monumento de la sugestión callejero. Con las inspecciones que hay hoy en día, regulaciones, códigos de buenas prácticas, qué libres aún campan todos los chiringuitos esotéricos por estar bajo el paraguas laxo de las creencias. Seguro que los consumidores de esoterismo, encuentran escucha, calma y altruistas actitudes en los sanadores que los regentan. Pero son comercios, quién va a dictaminar cuánto cuesta una limpieza, de espíritus, una tirada de cartas, o un informe sobre tu futuro leyendo los posos del café? Si es de cápsulas o descafeinado de sobre, el futuro es en UHF o por wifi se soluciona? Arrás.

Quiero decir, que al frutero de enfrente que le abren expediente los inspectores de sanidad o consumo respectivos, se le hincharán los bemoles cuando vea que su vecino impone manos a cincuenta euros la palma, se lleva el póster vitaminado de la naturaleza que él sí provee, y allí no regula la farsa nadie. Los sanadores son esos salvadores altruistas a cincuenta euros la hora, que para suerte de todos están elegidos para ser mesiánicos y sanar a los tontos de barrio y analfabetos del pensamiento crítico. Esos que pueblan las madrugadas neuróticas de la televisión.
En Francia, han comenzado la purga, obligan a todos los oráculos de las ondas, a poner un rótulo perpetuo para su clientela de analfabetos que reza: Esto es ficción.

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