viernes, 18 de octubre de 2013

La indolencia del convalesciente


La rotura fibrilar de un gemelo tiene su qué cinematográfico. Un espectador ve que la víctima se gira de repente inspeccionando quién le ha tirado una piedra. - Quién cojones me ha tirado una piedra? Durante unos segundos se vive la otra realidad de buscar el autor de una pedrada apócrifa, pero nunca aparecerá la piedra en un radio de un kilómetro. Las fibras de la molicie muscular del gemelo dicen basta, y esa pelota de tenis que tenemos tras la tibia revienta y da paso al dolor.

Estoy con la patachula esperando unas 120 horas a una cicatriz que debe personarse en mi pierna izquierda.La rotura muscular en el gemelo es un sainete de la traumatología, no llega a la tragedia de los crujidos de huesos y ligamentos, pero tiene su dramatismo, aliñado con la comedia y ficción del capítulo piloto de la pedrada. Luego es plomizo con el encierro en casa y tirando de muletas, pero con la levedad de poder caminar pronto en el horizonte.

En nuestra época enfermamos menos que antes, y pasamos menos temporadas de convalescencia. La convalescencia era un período otro, ni civil ni religioso, ni laboral ni ocioso, y es un periplo íntimo en que se oscila entre no hacer pajoleramente nada - abandonados a una deriva acostada - y unos brotes de introspección, filosofía y análisis personal al vuelo. Las convalescencias son paréntesis que se hacen nuestros, que todos guardamos en la memoria, porque en parte fue una relación con nosotros mismos, de nuestro yo acostado con nuestro yo esperante, unos momentos obligadamente íntimos, donde se dio un yo puro sin aditivos de otros.

En aquellos tiempos que nos quedamos con nuestro yo, descubrimos nuevas zonas de los días, nuevas series de televisión escondidas, nos volvimos algo más cultos con libros que nos esperaban hace décadas en las estanterías, faltamos al cole y no nos importó en nuestra actitud indolente de enfermos leves, e hicimos turismo a la tercera edad y cuando nos instalemos en ella sentiremos un nexo familar con nuestras convalescencias infantiles y adultas, y el terreno no nos parecerá tan impersonal. Yo voy a por una bolsa del supermercado, para enfundarme la pernera mientras un yo enfermero que me ha salido esta mañana, me ducha y asea.    

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo lamento que por correr por la diagonal te pasase eso