jueves, 20 de marzo de 2014

La cámara acorazada del adn


Tengo una sospecha filogenética hace tiempo. Primero compruebo como a Kobe le sale su despliegue cazador a la mínima, aunque haya sido perro urbanita y coma de buffet de por vida. Lleva un software instalado a prueba de otras rutinas perpetuas. Tampoco su manada, humanoide, le enseñó a cazar. No sé si es más cazador que perro. 
Cierto es que la humanidad lleva filtrando la raza canina miles de años en busca de adjuntos de caza, en selección natural y eugenesia. Allí mana el instinto o alma de depredación - sin segundos para la moralidad. Luego, el vegetarianismo y los conceptos.
La depredación no le sirve de nada a Kobe, nunca matará. Pese a que le fascinen los huesos y muestre fruición haciéndolos añicos. La depredación traducida a lo humano es psicopatía.

Hasta qué punto el instinto no es un software instalado. O es sólo un efecto obligado de hormonas y hambre. ¿Tiene alguna grieta la cámara acorazada del Adn? ¿El entorno llega a modificar el Adn a heredar? Con esta trampilla existiría un feedback de fuera para dentro, sin la dependencia exclusiva y caprichosa de barajar sólo con recombinación genética y mutaciones.

Sin necesidad de remontarnos tantos miles de milllones de años, mi sospecha ronda sobre si de verdad somos tan tábula rasa como la ciencia ortodoxa postula. Si nuestro dispositivo de células, fluidos y órganos, frío y maquinal, no amanece con unos arquetipos culturales ineludibles. Sería el software cazador del perro aplicado a las rutinas humanas. Hoy en día, tan culturizados, informatizados, vagamente corpóreos, nos apoyamos en un segundo mundo otro e invisible. No sé si conceptual o funcionalmente ya somos una especie distinta al homo sapiens medieval, renacentista o ilustrado. Puede, que cultura mediante, nos hayamos escindido de nosotros mismos. Puede también, que estemos modificando nuestra maquinaria celular, que hasta estén mutando nuestros pulgares oponibles de tanto teclear, y de ahí para arriba un par de hormonas reinventadas, e instantáneamente unos arquetipos más postmodernos, que a la vez reprograman nuestra sexualidad y se reinicia el ciclo. Es la filogenia a cámara lenta, el microscopio de los eones, y sólo puedo concluir con esta manera original de decir las cosas, sin respuestas, no más.

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