lunes, 17 de marzo de 2014

Los equipos federados


Qué pereza. Que fuese federado, o confederado de basket en el colegio arruina a su manera una infancia. La competición, los padres frustrados, los entrenadores-profeta... todos intuimos los peligros clásicos del deporte federado. Una dedicación más o menos exclusivista, caprichosa y contranatura, que es hoguera de veleidades crónica hasta bien entrados en edad.

En mi caso, lo nefasto de haber sido federado, significa haber tenido un grupo de amigos falso. Las inercias operativas de entonces hacen que se junten en gremios amicales los del basket, los del fútbol, los del hockey... su coincidencia continua y mantenida conlleva unos lazos que te disgregan de otras personas a las que no te une la naranja y estúpida afinidad de un balón.
Pero claro, a la edad adulta pasas con un reducto de amiguetes que luego debes dejar en la taza de las heces y tirar la cadena. Entre ellos he tenido a aquel amiguete que como una garrapata llevas adherido al cuerpo, porque es tu vecino, iba a tu parvulario, jugaba en tu equipo de basket, y se copiaba de hasta tu peinado genital porque tenía menos personalidad que un nieto guapo del copito de nieve. Qué pereza. Treinta y cuatro años después, llenos de canas, siguen teniendo la misma envidia que tenían en un banquillo de baloncesto del patio central. Continuarían hostiando porque tú cobrases menos que ellos como otrora pegaban por cromos de los Fraguel o por serse más feos que picio. Y aquel par de amiguetes que se odiaban de pequeños, el vecino y el feo, ahora son íntimos de sobremesas y se regalan los oídos, se felan sus frustraciones de no ser millonetis, mientras el jacobo y el cura ganan pastizales sin querer, etc, etc.

Ahora esta tropa de Amigos de la infancia quiere montar una triste cena bianual y no puede, no le da, todos se profesan un asco creciente, y es que la falsedad ya no aguanta tanta perspectiva. Recuerdo como en los últimos intentos, se entraba en un bucle de anécdotas viejísimas repetidas hasta la saciedad en el encuentro n-1, y todo reverberaba a hueco, como las relaciones humanas de conveniencia. La conveniencia de unos padres al apuntarte al tinglado de los amigos federados y sus penosas consecuencias demoradas.

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