lunes, 21 de abril de 2014

El campo y los ochenta


Los fines de semana ácidos de los ochenta, enfundados en un chándal de felpa para el frío, en un mundo despeinado, artero y oscurecido. Había más campo, antes, todo esto era campo, y nos relacionábamos más con las ortigas y las zarzas, esperábamos el cese de la lluvia para ir a buscar caracoles, por hacer algo, nos llevaban a unos descampados a coger regaliz, si antes no habíamos salido en expedición a por moras, con los amigos y las bicis, o con la abuela. Mis padres compraban la verdura al Rata, una especie de Josep Pla campesino, que parecía brotar todo él también de la tierra. Tenía los campos por Santa Oliva, inmejorable seña, y fueron dos décadas de abastecimiento in situ, o pesadas visitas para nosotros al medio de la nada, entrando por un bosque y acabando en campos destartalados y humildes, donde mi padre siempre se entretenía. El Rata venía a casa de vez en cuando a comer una paella, porque media Catalunya ha venido a mi casa a comer una paella, así de dados han sido nuestros padres. Pero comíamos vegetales y fruta que luego en los dos miles apellidarían ecológica, antes de todos los químicos y las cámaras frigoríficas. Mi padre en otra época se hubiese embarcado a la ruta de las especies o hacia los mares del sur a buscar aceites y coral, por el mero hecho de la compra en origen. Era feliz cruzando valles y gastando motores con tal de llegar al pueblo perdido donde hacían aquel vino o aquella miel, como un argonauta del producto artesano. Hobby, afición o manía, esa vertiente lúdica de cada uno que forma sus riadas caprichosas. Se podría hacer un psicoanálisis de las aficiones, y sería igual de revelador que los análisis de traumas al uso. 
Mi madre fue una copiloto fiel, que no llevaba el timón y siempre se ocupaba del resto de ocupantes de la familia. Su función fue mantener contra viento y marea aquello unido, tan centrífugo, colérico y batiente. Fajarse y fajar todo aquello, mientras el padre echaba el combustible. En el pequeño corazón de mi madre no se contiene ninguna especulación, chasis antiespeculativo, y está hecho de un tejido diamantino sobrenatural o extraterrestre.

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