miércoles, 16 de abril de 2014

Marne la Vallée


No sé si hay muchos kevins y jennifers por el Main Street de la base militar estadounidense en Paris, aka Eurodisney. Las gentes pasean muy de civiles en su domingo que no se acaba nunca. Disneyland es un país dominical, el verdadero Santo Domingo, y el calendario no cambia de día; ni las mañanas; ni los trajes; y aquí el tiempo se quedó colgado un domingo de primavera. Los niños corretean y salibean perplejos en su ebriedad, han venido al epicentro de la metáfora de felpa de su vida. Su pequeña religión articulada, su teoría animada y a lápiz del universo.
Es una meca de occidente, todo padre planea en casa repasando ese castillo en su mente, y llega un día y la familia coge sus bártulos, arrastra maletas, y visita los santos sepulcros de Mickey. Los americanos han implantado esta base colonial muy concienzudamente, pieza a pieza, pues aquí uno caga, defeca, sin manchar la porcelana a lo europeo. Aquí hasta han traído las tazas de propio, tazas estanque de las americanas de esas que te dan la bienvenida más allá del Atlántico. 
La gente pica el anzuelón de este Parque desfasado que no supera a un Port Aventura de turno. Eurodisney vive del mito, de la tradición compartida, del castillo de cartón-piedra, y del mileurista que va dentro del traje de Mickey Mouse. La edad idónea para ir es pronto, de 4 a 8 años, porque más tarde se le empiezan a ver las costuras al Parque, y a Mickey Mouse con su mileurista dentro. Pero aquí todos somos mileuristas paganos, la operación estadounidense tiene el parque sembrado de tiendas y restaurantes con precios noruegos, la gente paga entradas a cien euros y habitaciones a doscientos, los cafeses valen setecientas pesetas, las fotos veinte oye, y las figuras de metacrilato trescientos. Unos se gastan dos mil eurales, otros sueltan cinco mil en su estancia, los más ecologistas se van por encima de los diez mil. Los padres de los kevins y las jennifers pelaéz se hipotecan en la meca de la metáfora de felpa. Compran la felicidad de sus hijos a plazos, que es como siempre se ha comprado la felicidad. Mientras los herederos de Walt hacen caja y diseñan otros centros en Oriente medio, próximo y siguiente. 
Al final, llevar a tus niños a Port Aventura, al Parque de tu zona, o a los Picos de Europa, es algo así como ser peor mejor padre, ya sabéis.

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