miércoles, 7 de mayo de 2014

La revolución principia por los calendarios


Me levanto ya antes que el perro, que los perros, que las bestias, y me he de ir a cortar el e-mail. Me lo he dejado crecer, greñas de no-leídos, y toca ir a la barbería a darle al eliminar.
A estas horas empalmo una tubería con la caldera de la música, y se vierten fluidos musicales en la cabeza, cierta ducha cerebral. Lucha de gigantes, Pereza, esas cosas. Nombres muy actitudinales por cierto.
Esta es una crónica del despertar, tan desangelada y selenita como suelen ser estas horas. 
Hace ya mes y medio que nos birlaron una hora en el reloj, y la luz se expande como un verano ártico hasta el telediario noche. No hay prácticamente un festivo aún vinculado a la naturaleza. Estos días que violamos el tiempo de Einstein dos veces al año, en los que se precipita la negrura, y el otoño con el invierno atado; o amanece la primavera y alguien se deja abierto el grifo de la luz... deberían ser festividades como lo eran en tiempo celta, porque al final lo único sagrado es la naturaleza, y el único motor compartido más incluso que cualquier transplante de dios, es ese diferencial de luz que empieza por las hormonas y acaba configurando todo el cuerpo, hasta esas inflorescencias llamativas que son los sentimientos. Las fiestas colectivas son aquellos acontecimientos sociales que nos preparan para unas nuevas coordenadas o bien nos retroalimentan las raíces. Qué bonito sería celebrar sólo la naturaleza y dejarse de fes y mitos polvorientos. San Juan, su víspera es tal vez la más natural de estas fiestas, pese a que ya no se hacen tantas hogueras. El verano bien merece una bienvenida y un rito. Y su fin tendría que ser un buen carnaval, verdadero entierro de la sardina, las terrazas, el nudismo y la dicha extrovertida de vivir. Un carnaval en invierno es más esquizoide, y previo a eso de la cuaresma, oigan, que por ahí se brinca al ramadán. Ding dong. Así que por revolucionario, quien quiera se apunte a esta restauración del calendario, que como toda prenda de vestir huele y está vieja, devolvamos un calendario más naturista, laico y afinado con la vida terrenal, terrestre, bípeda, y del siglo XXI.

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