jueves, 19 de junio de 2014

Civismo y Sicilia


Me vuelvo a despertar a las seis y empiezo la expedición hacia el Etna. Hoy para variar también toca encaramarse con el coche a las alturas. Desde Taormina me acerco por el menos concurrido acceso norte. El ascenso ofrece extensiones de piedra volcánica, vistas perpendiculares de la costa, y bosques densos con aire alpino. Otra vez la naturaleza en Sicilia golea a los caóticos núcleos urbanos. De Linguaglossa voy a la Pineta Ragabo, un bosque tupido de pinos, arces y abedules donde hago trekking quince minutos. Oigo ruido en el bosque solitario, un sonido de fábrica a lo lejos, de movimientos de cachivaches... de las entrañas de la Tierra. Es el Etna.
Emprendo el descenso loco hacia Milo desde los dos mil y pico metros de altura. Hoy toca trabajar a media tarde, así que descarto callejear por Catania y me conjuro de nuevo para cruzar la isla de este a oeste y llegar a Palermo a tiempo.

Apretando el acelerador me planto en dos horas en la ciudad que me sorprendió por caótica el año pasado. Las autopistas en Sicilia son un mundo aparte. He transitado por tramos de asfalto peores que los de las urbanizaciones de los ochenta. Las señales de desaceleración son constantes por la frecuencia de baches. Y la vegetación de la mediana invade el carril de aceleración un metro en algunos tramos. Dejadez, Sicilia es eso, dejadez. Eso sí, si Aristóteles Onassis se hizo archimillonario construyendo buques en Grecia, la misma suerte debe haber corrido quien construía puentes y pasos elevados en las autopistas de Sicilia. Los hay a montones, kilómetricos, por todas partes, es un continuo el bachear espaciado del coche al pasar por las juntas de los puentes. Mientras el de atrás te enseña las fauces de de su alfa o de su audi por el cogote frontal de tu retrovisor, y te adelanta con parte de su chasis por tu carril. Hay una agresividad asquerosa en esta isla, incívica, o acívica, digna de un berlusconi gobernante. El colmo ha sido ver como un coche invadía el carril contrario en una carretera con el semáforo en rojo, a la vez que cerraba el paso a una moto grande que venía por el carril contrario. Cuando ésta le pitaba con toda la razón del mundo yéndose al arcén, el cívico le ha lanzado un vaso contra él por la ventana. Abuso, maltrato, Sicilia es una historia de maltrato vecinal cotidiano.

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